
La Biblia, en su sentido profundo, no puede ser entendida por quien no crea en su divina inspiración en que tiene a Dios por autor principal. Este hecho es norma indispensable para una recta interpretación de la Biblia, no pudiendo ser sustituida por ninguna técnica humana: literaria, histórica, filosófica, etc. En cuanto que es un libro humano de notable antigüedad, se han de tener en cuenta las circunstancias históricas, el género literario, etc. como ocurre con cualquier documento antiguo.
El Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 101-114) nos enseña los tres (3) criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró:
1. Prestar una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura". En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24, 25-27. 44-46). El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la sagrada Escritura que hace conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser interpretadas las profecías.
2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia". Según un adagio de los Padres, "La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos". En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura.
3. Estar atento "a la analogía de la fe" (cf. Rom 12,6). Por "analogía de la fe" entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario