domingo, 9 de diciembre de 2007

LAS VACACIONES


En el Evangelio leemos que cuando los Apóstoles llegaron de la misión Jesús les dijo: "Venid a un lugar apartado y solitario y descansad un poco" (Mc 6, 31). Jesús y los discípulos  cansados por la incesante actividad en medio de la gente, sentían de vez en cuando la necesidad de un momento de calma. San Marcos dice que las multitudes impidieron aquel deseado "retiro". De todos modos, queda claro el valor del descanso y la exigencia de utilizar el tiempo libre para experimentar un sano sosiego físico y sobre todo espiritual.

En nuestra sociedad, con frecuencia acelerada, frenética y competitiva, en la que predomina la lógica de la producción y del lucro a veces en detrimento de  la persona, es todavía más necesario que cada uno pueda disfrutar de periodos de descanso, en los que pueda recuperar energías y al mismo tiempo volver a encontrar un justo equilibrio interior. Las vacaciones tienen que ser utilizadas de manera sabia para que sean de provecho para cada uno y para la familia, gracias al contacto con la naturaleza, a la tranquilidad, a la oportunidad de cultivar más la armonía familiar, las buenas lecturas y sanas actividades recreativas; gracias sobre todo a la posibilidad de dedicarse más aún a la oración, a la contemplación y a la escucha de Dios.

Deseo a todos los que se encuentren en vacaciones un provechoso descanso, confiando a la Virgen María, especialmente a quienes se encuentran más cansados. Confío también a la Virgen a quien, por diferentes motivos, no tienen la posibilidad de dejar sus habituales ocupaciones ordinarias. Los recuerdo en mi oración.  

martes, 4 de diciembre de 2007

JOSEFINA BAKHITA

El ejemplo  de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por Juan Pablo II.
Nació aproximadamente en 1869 en Darfur - Sudán -. Cuando tenía nueve años de edad fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida
Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Calisto Legnani. Aquí, después de los terribles "dueños" de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un "dueño" totalmente diferente -que llamó "paron" en el dialecto veneciano que hasta ahora había aprendido- , al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento solo había conocido dueños que la despreciaban y la maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un "Paron" superior a todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era conocida y amada por el Paron supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba "a la derecha de Dios Padre". En este momento tuvo "esperanza"; no solo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; ese gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa.  Através del conocimiento de esta esperanza ella fue "redimida", ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que San Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban el el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios.  Asi, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de su "Paron". El 9 de enero de 1890 recibió los tres sacramentos de iniciación cristiana de manos del Patriarca de Venecia.  El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces -junto con sus labores en la sacristía y en la portería del convento- intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo, que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había "redimido" no podía guardarsela para si sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.  


Benedicto XVI, 
Enciclica SPE SALVI n. 4