jueves, 27 de marzo de 2008

PORQUE CREER EN LA RESURRECCION?

A las mujeres que acudieron al sepulcro, la mañana de Pascua, el ángel les dijo: «No temáis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. ¡Ha resucitado!». ¿Pero verdaderamente ha resucitado Jesús? ¿Qué garantías tenemos de que se trata de un hecho realmente acontecido, y no de una invención o de una sugestión? San Pablo, escribiendo a la distancia de no más de veinticinco años de los hechos, cita a todas las personas que le vieron después de su resurrección, la mayoría de las cuales aún vivía (1 Cor 15,8). ¿De qué hecho de la antigüedad tenemos testimonios tan fuertes como de éste?

Pero para convencernos de la verdad del hecho existe también una observación general. En el momento de la muerte de Jesús los discípulos se dispersaron; su caso se da por cerrado: «Esperábamos que fuera él...», dicen los discípulos de Emaús. Evidentemente, ya no lo esperan. Y he aquí que, de improviso, vemos a estos mismos hombres proclamar unánimes que Jesús está vivo; afrontar, por este testimonio, procesos, persecuciones y finalmente, uno tras otro, el martirio y la muerte. ¿Qué ha podido determinar un cambio tan radical, más que la certeza de que Él verdaderamente había resucitado?

No pueden estar engañados, porque han hablado y comido con El después de su resurrección; y además eran hombres prácticos, ajenos a exaltarse fácilmente. Ellos mismos dudan de primeras y oponen no poca resistencia a creer. Ni siquiera pueden haber engañado a los demás, porque si Jesús no hubiera resucitado, los primeros en ser traicionados y salir perdiendo (¡la propia vida!) eran precisamente ellos. Sin el hecho de la resurrección, el nacimiento del cristianismo y de la Iglesia se convierte en un misterio aún más difícil de explicar que la resurrección misma.

Estos son algunos argumentos históricos, objetivos; pero la prueba más fuerte de que Cristo ha resucitado ¡es que está vivo! Vivo, no porque nosotros le mantengamos con vida hablando de Él, sino porque Él nos tiene en vida a nosotros, nos comunica el sentido de su presencia, nos hace esperar. «Toca a Cristo quien cree en Cristo», decía san Agustín, y los auténticos creyentes experimentan la verdad de esta afirmación.

Los que no creen en la realidad de la resurrección siempre han planteado la hipótesis de que se haya tratado de fenómenos de autosugestión; los apóstoles creyeron ver. Pero esto, si fuera cierto, constituiría al final un milagro no inferior al que se quiere evitar admitir. Supone, en efecto, que personas distintas, en situaciones y lugares diferentes, tuvieron todas la misma alucinación. Las visiones imaginarias llegan habitualmente a quien las espera y las desea intensamente; pero los apóstoles, después de los sucesos del Viernes Santo, ya no esperaban nada.

La resurrección de Cristo es, para el universo espiritual, lo que fue para el universo físico, según una teoría moderna, el Big-bang inicial: tal explosión de energía como para imprimir al cosmos ese movimiento de expansión que prosigue todavía, miles de millones de años después. Quita a la Iglesia la fe en la resurrección y todo se detiene y se apaga, como cuando en una casa se va la luz. San Pablo escribió: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10,9). «La fe de los cristianos es la resurrección de Cristo», decía san Agustín. Todos creen que Jesús ha muerto, también los paganos y los agnósticos. Pero sólo los cristianos creen que también ha resucitado, y no se es cristiano si no se cree esto. Resucitándole de la muerte, es como si Dios confirmara la obra de Cristo, le imprimiera su sello. «Dios ha dado a todos los hombres una garantía sobre Jesús, al resucitarlo de entre los muertos» (Hechos 17,31).


P. R. Cantalamessa

2 comentarios:

dgarcia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
dgarcia dijo...

Tratando de hacer un resumen de los hechos ocurridos en los primeros momentos de la resurrección de Cristo se puede encontrar en los evangelios entre otros los siguientes
• Las mujeres llevando especies que habían previamente preparado para ungir el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Inquietas por la remoción de la piedra, sin saber nada de la guardia oficial del sepulcro. (Mt 28, 1-3; Mc 16,1-3; Lc 24,1; Jn 20,1).
• María Magdalena, María la Madre de Santiago, y Salomé que se acercan al sepulcro y ven la piedra movida, sobre lo que María Magdalena vuelve inmediatamente a informar a los Apóstoles (Mc 16,4; Lc 24,2; Jn 20,1-2).
• Las otras dos mujeres entran al sepulcro, encuentran a un ángel sentado en el vestíbulo y les muestra el sepulcro vacío, les anuncia la Resurrección, y les encomienda avisar a los discípulos y a Pedro que deben ver a Jesús en Galilea (Mt 28,5-7; Mc 16,5-7).
• Un segundo grupo de mujeres, el de Juana y sus compañeras, llegan al sepulcro, donde probablemente habían quedado en encontrarse con el primer grupo, entran al sepulcro vacío y son avisadas por dos ángeles que Jesús ha resucitado según Él mismo había predicho (Lc 24, 10).
• No mucho después, Pedro y Juan, quienes fueron avisados por María Magdalena, llegan al sepulcro y encuentran los paños de un modo que excluía toda suposición de que el cuerpo haya podido ser robado, pues simplemente estaban por el suelo, indicando que el cuerpo sagrado había salido de ellos sin siquiera haberlos tocado. Cuando Juan lo percibe, inmediatamente cree (Jn 20, 3-10).
• María Magdalena regresa al sepulcro, ve primero a dos ángeles dentro, y luego a Jesús mismo (Jn 20, 11-16; Mc 16,9).
• Los dos grupos de mujeres, quienes probablemente se encontraron al regresar a la ciudad, ven a Cristo resucitado, quien les encarga decirle a sus hermanos que los verá en Galilea (Mt 28, 8-10: Mc 16,8).
• Las mujeres relatan sus experiencias a los apóstoles, pero se estos son incrédulos (Mc 16,10-11; Lc 24,9-11).
• Jesús se aparece a los discípulos en Emaus , y regresan a Jerusalén; los Apóstoles parecen estar entre la duda y la fe. (Mc16 ,13-35).
• Cristo se aparece a Pedro, y por eso Pedro y Juan creen firmemente en la resurrección (Lc 24,34; Jn 20,8).
• Luego del regreso de los discípulos de Emaus, Jesús se aparece a todos los apóstoles excepto Tomás (Mc 16,14;Lc 24,36-43; Jn 20, 19-25)
Se puede apreciar en estos hechos que el papel de las mujeres es de especial importancia como primeras testigos y encargadas del anuncio de la resurrección de Cristo.

Así mismo, si vemos algunos apartes de la catequesis de S.S. Juan Pablo II en la audiencia general del miércoles 21 de mayo de 1997
“1. Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María «es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección» (Catequesis durante la audiencia general del 3 de abril de 1996, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de abril de 1996, p. 3). La espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas.


3. Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y por tanto, más firmes en la fe.

Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección.”
.Es por esto que resulta difícil de entender por que hoy nos encontramos en un mundo donde el hablar sobre Dios es un hecho casi exclusivamente de hombres, y se ve como la mujer ha sido dejada en un segundo plano dentro de la Iglesia.
A lo largo de la historia de la Iglesia, la mujer ha sido mantenida a una gran distancia de lo sagrado así como de la liturgia y de los objetos rituales y de la mediación directa con Dios, quedando relegada a devociones de menor importancia A pesar de todos los avances y progresos que han sido hechos en la participación de la mujer en muchos niveles de la vida de la iglesia, todavía pesa sobre nosotras el estigma de ser las seductoras, inspiradoras de miedo, fuente de pecado para la castidad del hombre y el celibato del clero.
Esto es un dato terrible, que exige reflexión dentro de la Iglesia.
La mujer puede y debe transmitir experiencias espirituales con las cuales muchas veces el hombre tiene más dificultad. Por ejemplo, la experiencia del amor de madre hacia sus hijos, de sentirse esposa de Cristo, de vivir el matrimonio espiritual, o a la experiencia de ser fecundada por el Espíritu de Dios.
Algunas posiciones tomadas con respecto a la mujer por parte de la Iglesia pueden haber tenido sentido en otras épocas de la historia, pero hoy la Iglesia ya no puede construir su identidad sin tomar cuenta que las mujeres deben tener acceso al sacerdocio en reconocimiento a que los hombres y mujeres participamos de la misma humanidad y naturaleza redimida por Cristo sin ninguna discriminación de género