viernes, 28 de septiembre de 2007

Compromiso de vida

Las palabras que siguen son pronunciadas el día del compromiso de vida de un hermano en la comunidad de Taizé.

Hermano, ¿qué pides? La misericordia de Dios y la comunidad de mis hermanos. Que Dios lleve a término en ti lo que Él mismo ha comenzado.
Hermano que te confías a la misericordia de Dios, recuerda que Cristo, el Señor, viene en ayuda de tu débil fe y que, comprometiéndose contigo, realiza para ti la promesa:

No hay nadie, en verdad, que habiendo dejado todo a causa de Cristo y por el Evangelio, no reciba cien veces más, ahora en el tiempo presente, hermanos y hermanas y madres e hijos con persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna. Este es un camino contrario a toda lógica humana, pero no podrás avanzar en él más que por la fe y no por la visión, seguro siempre de que quien ha perdido su vida por Cristo, la volverá a encontrar.

Camina de ahora en adelante tras las huellas de Cristo. No te preocupes por el mañana. Busca primero el Reino de Dios y su justicia. Abandónate, entrégate, y será derramada en tu seno una medida repleta, apretada, desbordante.

Duermas o veles, de noche y de día, la semilla germina y crece sin que tú sepas cómo. Guárdate de desplegar tu justicia ante los otros para ser admirado. Que tu vida interior no te de un aire triste, como aquél que ostenta un rostro descompuesto para que los demás lo vean. Unge tu cabeza, lava tu cara a fin de que sólo tu Padre que ve en lo secreto conozca la intención de tu corazón.

Mantente en la sencillez y la alegría, la alegría de los misericordiosos, la alegría del amor fraterno.
Sé vigilante. Si debes reprender a un hermano, que sea a solas, él y tú. Ten la preocupación de la comunión humana con tu prójimo. Confíate. Has de saber que un hermano tiene el encargo de escucharte. Compréndele para que cumpla su ministerio con alegría. Cristo, el Señor, en la compasión y el amor que tiene por ti, te ha escogido para que seas en la Iglesia un signo del amor fraterno. Quiere que realices con tus hermanos la parábola de la comunidad.

Así, renunciando en lo sucesivo a mirar hacia atrás, y con el gozo de un infinito agradecimiento, no tengas nunca miedo de adelantarte a la aurora para alabar y bendecir y cantar a Cristo tu Señor. Recíbeme Señor y yo viviré, y que me alegre en mi espera.

Hermano, acuérdate de que es a Cristo a quien vas a responder ahora, al contestar a las llamadas que Él te dirige:

¿Quieres, por amor a Cristo, consagrarte a Él con todo tu ser?
¿Quieres realizar de ahora en adelante el servicio de Dios en nuestra comunidad, en comunión con tus hermanos?
¿Quieres, renunciando a toda propiedad, vivir con tus hermanos, no solamente en la comunidad de bienes espirituales, esforzándote en abrir tu corazón?
¿Quieres, a fin de estar más disponible para servir con tus hermanos y para entregarte totalmente al amor de Cristo, permanecer en el celibato?
¿Quieres, para que no seamos más que un corazón y un alma y para que nuestra unidad de servicio se realice plenamente, adoptar las opciones de comunidad expresadas por el prior, recordando que él no es más que un pobre servidor de comunión en la comunidad?
¿Quieres, reconociendo siempre a Cristo en tus hermanos, velar por ellos, en los buenos como en los malos días, en el sufrimiento como en la alegría?

En consecuencia por Cristo y por el Evangelio, tú eres desde ahora hermano de nuestra comunidad. Que este anillo sea el signo de nuestra fidelidad en el Señor.

Carta de Sto. Tomas Moro a su hija


Aunque estoy bien convencido de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejare de confiar en su infinita bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo: las riquezas, las ganancias y la propia vida, antes de prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su majestad me ha hecho un favor mas grande, por el provecho espiritual que por ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma gracia divina continuara favoreciéndome, no permitiendo que el rey vaya mas allá, o bien dándome la fuerza necesaria para sufrir lo que sea con paciencia, con fortaleza y de bien grado. Esta mi paciencia, unida a los meritos de la dolorosa pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigara la pena que tenga que sufrir en el purgatoria y, gracias a la divina bondad, me conseguirá mas tarde un aumento de premio en el cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por mas débil y frágil que me sienta. Mas aun, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordare de San pedro cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe de viento, y haré lo que el hizo. Gritare a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces El, tendiéndome la mano, me sujetara y no dejara que me hunda.

Y si permitiera que mi semejanza con Pedro fuera aun mas allá, de tal modo que llegara a la caída total y a jurar y perjurar (lo que Dios, por su misericordia, aparte lejos de mi, y haga que una tal caída redunde mas bien en perjuicio que en provecho mío), aun en este caso espero que el Señor me dirija, como a Pedro, una mirada llena de misericordia y me levante de nuevo, para que vuelva a salir en defensa de la verdad y descargue así mi conciencia y soporte con fortaleza el castigo y la vergüenza de mi anterior negación.

Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonara sin culpa mía. Por esto me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima, guardara fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, mas que su justicia, lo que se ponga en mi de relieve.

Ten, pues, buen animo, hija mía, y no te preocupes por mi, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Diez consejos de Benedicto XVI a los jovenes


1) Dialoguen con Dios.

Durante estos días podréis recobrar la experiencia vibrante de la oración como diálogo con Dios, del que sabemos que nos ama y al que, a la vez, queremos amar”.

2) Cuentenle sus penas y alegrías.

Abrid vuestro corazón a Dios. Dejaos sorprender por Cristo. Dadle el "derecho a hablaros" durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que él ilumine con su luz vuestra mente y toque con su gracia vuestro corazón.

3) No desconfien de Cristo.

Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro "sí" al Dios que quiere entregarse a vosotros. Os repito hoy lo que dije al principio de mi pontificado: ‘Quien deja entrar a Cristo en la propia vida no pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren de par en par las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera’. Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo.

4) Esten alegres.

Querer ser santos. Más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado: también es esta una vocación a aquel ‘alto grado’ de la vida cristiana ordinaria que se expresa en la santidad. Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia (...). La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad. Os invito a que os esforcéis estos días por servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste. El encuentro con Jesucristo os permitirá gustar interiormente la alegría de su presencia viva y vivificante, para testimoniarla después en vuestro entorno.

5) Hablen de Dios.

Tema de conversación con los amigos. Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes. Por lo tanto, es urgente ser testigos del amor contemplado en Cristo. Queridos jóvenes, la Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás.

6) El domingo, vayan a Misa.

No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla. Ciertamente, para que de esa emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla. Comprometámonos a ello, ¡vale la pena! Descubramos la íntima riqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: no somos nosotros los que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cambio, el mismo Dios viviente el que prepara una fiesta para nosotros. Con el amor a la Eucaristía redescubriréis también el sacramento de la Reconciliación, en el cual la bondad misericordiosa de Dios permite siempre iniciar de nuevo nuestra vida.

7) Demostren que Dios no es triste.

Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia él. Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla. En numerosas partes del mundo existe hoy un extraño olvido de Dios. Parece que todo marcha igualmente sin él. Pero al mismo tiempo existe también un sentimiento de frustración, de insatisfacción de todo y de todos. Dan ganas de exclamar: ¡No es posible que la vida sea así! Verdaderamente no.

8) Conozcan la fe.

Ayudad a los hombres a descubrir la verdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo. Tratemos nosotros mismos de conocerlo cada vez mejor para poder guiar también, de modo convincente, a los demás hacia él. Por esto es tan importante el amor a la sagrada Escritura y, en consecuencia, conocer la fe de la Iglesia que nos muestra el sentido de la Escritura.

9) Sean útiles, ayuden a otros.

Si pensamos y vivimos en virtud de la comunión con Cristo, entonces se nos abren los ojos. Entonces no nos adaptaremos más a seguir viviendo preocupados solamente por nosotros mismos, sino que veremos dónde y cómo somos necesarios. Viviendo y actuando así nos daremos cuenta bien pronto que es mucho más bello ser útiles y estar a disposición de los demás que preocuparse sólo de las comodidades que se nos ofrecen. Yo sé que vosotros como jóvenes aspiráis a cosas grandes, que queréis comprometeros por un mundo mejor. Demostrádselo a los hombres, demostrádselo al mundo, que espera exactamente este testimonio de los discípulos de Jesucristo y que, sobre todo mediante vuestro amor, podrá descubrir la estrella que como creyentes seguimos.

10) Lean la Biblia.

El secreto para tener un "corazón que entienda" es formarse un corazón capaz de escuchar. Esto se consigue meditando sin cesar la palabra de Dios y permaneciendo enraizados en ella, mediante el esfuerzo de conocerla siempre mejor. Queridos jóvenes, os exhorto a adquirir intimidad con la Biblia, a tenerla a mano, para que sea para vosotros como una brújula que indica el camino a seguir. Leyéndola, aprenderéis a conocer a Cristo. San Jerónimo observa al respecto : "El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.

En resumen, construyan la vida sobre Cristo, acogiendo con alegría la palabra y poniendo en práctica la doctrina: ¡he aquí, jóvenes del tercer milenio, cuál debe ser vuestro programa! Es urgente que surja una nueva generación de apóstoles enraizados en la palabra de Cristo, capaces de responder a los desafíos de nuestro tiempo y dispuestos a para difundir el Evangelio por todas partes. ¡Esto es lo que os pide el Señor, a esto os invita la Iglesia, esto es lo que el mundo - aun sin saberlo - espera de vosotros! Y si Jesús os llama, no tengáis miedo de responderle con generosidad, especialmente cuando os propone de seguirlo en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. No tengáis miedo; fiaos de Él y no quedaréis decepcionados.

14. El Evangelio segun San Mateo

AUTOR. El nombre del autor del primer Evangelio no aparece en el escrito. Esto tiene una razón de ser: Mateo no pretendía escribir una obra personal sino referir brevemente, como testimonio escrito, los pasos de Jesus entre los hombres, sus enseñanzas, su Pasión y Muerte redentoras, su Resurrección gloriosa… Deseaba mostrar que Jesus de Nazaret:
- descendiente de David,
- descendiente de Abrahán según la carne,
- concebido virginalmente en las entrañas de la Virgen Maria por obra del Espíritu Santo,
- es el Mesías prometido en las profecías del AT,
- el Hijo de Dios encarnado,
- el Salvador de la humanidad, que vino a liberarla de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte eterna.
Para San Mateo, lo importarte es lo que Jesus es, lo que dijo, lo que hizo.

Sin embargo, por la Tradición de la Iglesia, sabemos que el autor humano de este Evangelio es el Apóstol San Mateo, uno de los Doce, llamado directamente por el Maestro mientras trabajaba en su oficio de “publicano” o recaudador de impuestos.
Sabemos que, poco después de su llamada al apostolado, movido por la gran alegría que había en su alma, ofreció un banquete a sus amigos y colegas, al que asistió también Jesus con sus discípulos (Mt 9, 10-13). Mateo disfrutaba de buena posición económica y social, tenia muchos amigos y gozaba de gran estima en Cafarnaun, a pesar de la pésima opinión que entre los judíos tenia el oficio de publicano. Cuando Jesus se dirigió a Mateo con una llamada imperativa “sígueme”, el apóstol respondió inmediatamente. Por San Lucas sabemos que también se llamaba Levi. Mas tarde, Mateo es objeto de una segunda elección del Señor: después de una noche de oración, Jesus lo elige para ser uno de los Doce Apóstoles (Mt 10, 1-14).
Aparece en los episodios de la vida de Jesus en que están los Doce o los Once tras la traición de Judas. De este modo fue testigo ocular de la vida de Jesucristo.

Después de lo que nos cuentan los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, faltan datos sobre su vida. Son Ireneo, Clemente de Alejandría y Eusebio, quienes comentan que Mateo permaneció algunos anos en Palestina, compartiendo con los demás Apóstoles la predicación del Evangelio y la dirección de la primitiva Iglesia. Al final de esta etapa es donde seguramente hay que situar la redacción de su Evangelio hacia el ano 50 d.C. en arameo (la lengua que hablaban los judíos de palestina). Luego se tradujo al griego, probablemente antes de la destrucción de Jerusalén, el a. 70 d.C.


FINALIDAD.
El primer Evangelio se propone proclamar por escrito la “Buena Nueva” predicada de palabra por los Apóstoles, de que la salvación de Israel y de la humanidad, prometida por Dios en el AT, ya esta presente en el mundo por medio de Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios.

Igual que los otros tres Evangelios, fue escrito “para que creáis que Jesus es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 30-31). Además se propone enseñar:
- que Jesus de Nazaret es el Cristo o Mesías prometido y anunciado en el AT;
- que en Jesus se cumplen las antiguas profecías;
- que esa mesianidad consiste en que Jesus es el Hijo de Dios, es decir, que Jesucristo es Dios;
- esta verdad se ilustra y se explica mediante la exposición de las enseñanzas de Nuestro Señor y algunos rasgos o episodios de su actividad evangelizadora en medio de los hombres;
- que “el Reino de los Cielos” anunciado en el AT, ha venido ya a la tierra y se hace visible en la vida de Jesus y también en la vida del pueblo mesiánico por El fundado y convocado, que es la Iglesia.


CONTENIDO.
1. Nacimiento e infancia de Jesus
2. Anuncio por parte de JB de la inminencia de la misión de Jesus.
3. Ministerio publico de Jesus en Galilea.
4. Llamamiento de los Doce Apóstoles, con lo que comienza la manifestación de su condición mesiánica y divina, por medio de enseñanzas y milagros.
5. Viajes de Jesus con sus discípulos por la tierra prometida, haciendo el bien, curando enfermos, enseñando la doctrina, cumpliendo lo que de El estaba profetizado en el AT.
6. Final de su ministerio publico en Judea y Jerusalén.
7. Historia de su Pasión y Muerte.
8. Resurrección gloriosa y apariciones.

CARACTERISTICAS.

A. El Evangelio de los discursos del Señor.

Contiene los cinco (5) extensos discursos del Señor. A través de ellos podemos percibir las palabras del Jesus y asistir a su predicación. Estos cinco discursos son los siguientes:
1. sermón de la montana (capítulos 5 al 7)
2. sermón de la misión (capitulo 10)
3. discurso de las parábolas (capitulo 13)
4. discurso eclesiástico (capitulo 18)
5. discurso escatológico (capítulos 24 y 25)
Hay otros discursos mas pequeños que van precedidos de otros pasajes en los que se expone mas directamente el desarrollo de la historia del evangelio.

B. El Evangelio del cumplimiento.

Si bien es cierto que los Evangelios fueron escritos para todos los hombres de todos los tiempos, lugares y condiciones, el primer Evangelio se escribió para los cristianos procedentes del judaísmo. San Mateo es cuidadoso en mostrar que en la Persona y en la obra de Cristo se cumple todo el AT: “Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio del profeta”. Por esta razón se conoce como el Evangelio del cumplimiento.

C. Jesus, el Mesías rechazado.

Todos los libros del NT enseñan de muchas formas que Jesus es el Mesías prometido, es decir, el Cristo, el Señor (el Kyrios), el Hijo de Dios. Junto con esta revelación acerca de Cristo, el NT revela también el misterio de Dios, Uno en esencia y Trino en Personas. Pero dentro de esa doctrina, el Evangelio de San Mateo explica como el comienzo de la predicación publica de Nuestro Señor es el resplandor de la luz mesiánica que había profetizada por Isaías. Del mismo modo, las curaciones de Jesus son presentadas como el cumplimiento de los oráculos de los Profetas.

D. El Evangelio del Reino.

San Mateo es el que mas habla del “Reino de los Cielos”. Era ciertamente la expresión habitual de Jesus, para no pronunciar por respeto el nombre de Dios. El Reino de Dios se instaura con la llegada de Cristo. En las parábolas Jesus explica las características del Reino.

E. La divinidad de Jesus.

La Divinidad de Jesucristo esta afirmada de diversas maneras en este primer Evangelio. Desde la concepción de Jesus por obra del Espíritu Santo (Mt 1) hasta la forma trinitaria del Bautismo al final (Mt 28),

F. El Evangelio “Eclesiástico”

Se llama así porque habla de la Iglesia, insinuada en las parábolas: por ejemplo, el de la tempestad calmada.
Ahora ... lee el Evangelio y
habla con tu Padre Dios
que te ama mucho

lunes, 24 de septiembre de 2007

13. Cuando nacio Jesus?

El monje Dionisio el Exiguo (+ 556) tuvo el acierto de poner el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo como centro de la Historia de la Humanidad: con los datos históricos de que disponía, lo situó en el a. 753 de la fundación de Roma y señalo el a. 754 como el primero de la era cristiana. Este cómputo, aunque retrasa en algunos anos el magno acontecimiento, es el que sigue estando en vigor.

Sabemos por los Evangelios que Jesus nació en Belén “en tiempos del rey Herodes” (Mt 2, 1). Conocemos por los datos que da el historiador Favio Josefo que Herodes murió el a. 750 de la fundación de Roma. Por tanto, hay que adelantar el nacimiento de Cristo al menos cuatro (4) anos respecto de la fecha que determino Dionisio el Exiguo.
Para determinar ese tiempo hay que tener en cuenta que Herodes se ausento de Jerusalén a causa de la enfermedad que le llevaría a la muerte, ausencia que debió durar cerca de seis meses, y que durante la visita de los reyes magos a Herodes, este estaba aun en la Ciudad Santa. Por tanto, el nacimiento de Jesus ocurría al menos 6 meses antes de la muerte de Herodes.

Pero además, hay que tener en cuenta la edad que tendría el niño Jesus cuando Herodes, todavía en Jerusalén, ordeno la matanza de los niños inocentes. Suponiendo que la orden de matar a los niños aseguraba a Herodes que Jesus quedaba incluido en ella, el niño Jesus tendría que tener menos de 2 anos. Por tanto, hay que adelantar la fecha del nacimiento de Jesus sobre la que le asigno el monje Dionisio.

En resumen, Jesus nació probablemente el a. 748 y 746 de la fundación de Roma (6 y 8 respectivamente antes de la era cristiana).

12. Cual es el contenido de los Evangelios?

En uno de sus discursos San Pedro expone así la vida de Nuestro Señor:

“Vosotros sabéis lo ocurrido por toda Judea, comenzando por Galilea, pues del bautismo que predico Juan: como a Jesus de Nazaret le ungió Dios con Espíritu Santo y poder, y como paso haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; de cómo le dieron muerte colgándole de un madero. Pero Dios le resucito al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucito de entre los muertos; y nos mando predicar al pueblo y atestiguar que este es quien a sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Acerca de El atestiguan todos los profetas que todo el que cree en El recibe por su nombre el perdón de los pecados” (Hch 10, 37-43).

Los Evangelios narran la vida de Cristo siguiendo este esquema del discurso de San Pedro.
a) San Juan comienza remontándose hasta la eternidad del Verbo en el seno del Padre, y exponiendo la Encarnación del Hijo de Dios y su vida entre los hombres (cf. Jn 1, 1.14).
b) San Mateo y San Lucas inician la narración evangélica con los relatos sobre el nacimiento, la infancia y la vida oculta de Jesus (cf. Mt 1-2; Lc 1-2).
c) San Marcos da comienzo directamente a su evangelio con el anuncio de San Juan Bautista acerca de la necesidad de la penitencia para recibir al Mesías.

A continuación los cuatro (4) Evangelios pasan a exponer la preparación inmediata de Cristo para su ministerio público:
· bautismo de Jesus en el Jordán con una clara revelación de la Santísima Trinidad;
· testimonio de Juan Bautista de que Jesus es el Cristo;
· el ayuno de Jesus y las tentaciones en el desierto durante 40 días.

Los Evangelios, al narrar estos acontecimientos, nos enseñan la incomparable superioridad de Cristo sobre Juan Bautista y todos los Profetas del AT –Jesus es el Hijo de Dios-, así como el carácter divino de su misión –Jesus viene a instaurar el Reino de Dios-.

La parte mas amplia de los Evangelios esta dedicada a mostrarnos como Jesus paso haciendo el bien: curaba a los enfermos y liberaba a los poseídos por el diablo “porque Dios estaba con El” (Hch 10, 38); predicaba y hacia milagros con el poder divino.

Por contraste, iba creciendo el odio de las autoridades judías contra El, que terminaría en su Pasión y Muerte. Esta sección de los Evangelios habla de la “vida publica del Señor”.
“Cristo instauro el Reino de Dios en la tierra y manifestó a su Padre y se manifestó a Si mismo con obras y palabras” (Dei Verbum, n. 17).

Los evangelistas relatan la constante predicación de Jesus, de la que podemos destacar los siguientes aspectos:
- el comportamiento que han de tener los discípulos (cf. sermón del Monte: Mt 5);
- las cualidades del Reino de los Cielos que El viene a establecer (cf. parábolas del Reino: Mt 13);
- el verdadero alimento del alma en el nuevo Reino (cf. Jn 6) ; etc.

El Señor va corroborando su enseñanza y mostrando que sus palabras son verdaderas con muchos milagros, entre los que sobresalen los siguientes:
· La conversión del agua en vino en las bodas de Cana (Jn 2);
· la resurrección del hijo de la viuda de Caín (Lc 7);
· la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5);
· la curación de endemoniados (Mc 5);
· la curación de leprosos (Mc 8);
· la curación de muchos enfermos (Mc 1);
· la multiplicación de los panes y de los peces (Mc 6); etc.

Además de la predicación constante y de la realización de muchos milagros, los Evangelios narran en esta etapa la elección de los Apóstoles (Mc 3, 13-19). Ellos serán los testigos directos de los milagros y a ellos explicara el Señor su doctrina con más detenimiento, hasta que con la gracia de Dios, puedan reconocerle como el Mesías, el Hijo de Dios, momento que marca un hito en el conjunto de la narración evangélica.

A partir de aquí los Evangelios se centran en el camino que Jesucristo recorre hasta su Muerte y Resurrección en Jerusalén. En esta parte de la vida de Jesus contemplamos como se va intensificando el odio de las autoridades judías hacia Jesus hasta decidir matarlo; esto forma parte de los misteriosos planes de Dios, y Jesus profetiza hasta tres veces los acontecimientos finales de su vida. Al mismo tiempo manifiesta más claramente a los discípulos su divinidad (Jn 12, 28-30).

De la actividad de Jesus en Judea inmediatamente antes de la entrada triunfal en Jerusalén sobresalen, entre otras cosas, los milagros de la resurrección de Lázaro (Jn 11) y la resurrección del ciego Bartimeo (Mc 10, 46-52). Con la narración de los últimos días del ministerio en Jerusalén finaliza en los Evangelios la vida pública de Jesucristo. Los evangelistas nos han transmitido las palabras y los hechos mas significativos de la vida del Señor y la explicación del porque de su muerte en la cruz y de su triunfo glorioso, que constituyen el mensaje esencial del Evangelio predicado.

Los relatos de la Pasión del Señor refieren la realidad de su Muerte y concluye con el testimonio de los discípulos de haber visto al Señor resucitado, haber comido con El, haber escuchado sus palabras y haber tocado su cuerpo glorioso. Cristo, antes de su Ascensión a los cielos, envía a los Apóstoles a predicar el Evangelio (= Kerigma) y a bautizar a todas las gentes para la remisión de los pecados (cf. Mt 28, 18-20; Mc 16, 15; Lc 24, 47; Jn 20, 21-23).

Los Evangelios son el testimonio divino y perenne de todo esto. Se escribieron con el fin de contribuir al cumplimiento del mandato de Cristo de que la Buena Noticia llegara a todos los hombres y mujeres. Juan lo dice expresamente al final de su Evangelio: “Muchos otros milagros hizo también Jesus en presencia de sus discípulos que no han sido escritos en este libro. Estos, sin embargo, han sido escritos para que creáis que Jesus es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 30-31). Con los escritos evangélicos Dios ha querido que conozcamos la solidez de la doctrina que hemos creído. Con esa intención nos narran la verdad sincera acerca de Cristo, de sus palabras y de sus hechos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Carta de Jesus a sus amigos

Queridos amigos:
Como ustedes saben, yo pedía muy pocas cosas en mi vida. Pedí una posada, antes de nacer, pensando sobre todo en mi madre. Pedí a Zaqueo que me alojara en su casa, y a otro buen amigo el salón para celebrar la Pascua. Pedí un par de veces agua para beber. ¡Ah!, y también pedí un burrito para hacer mi entrada triunfal en Jerusalén.

No me interesaban las cosas. Me interesaban las personas. Me interesaba, sobre todo, la amistad. No me cansaba de pedir amigos: amigos que me siguieran, que se unieran a mi causa, que compartieran mi ideal, que estuvieran conmigo, que continuaran mi tarea.

Hoy no les voy a pedir ayuda material, aunque también la necesito para mis pobres. Tampoco les voy a pedir que dejen a sus familiares y sus estudios, aunque a alguno se lo seguiré pidiendo. Mi petición va dirigida a todos y cada uno.

Deseo seguir "haciendo el bien", pues veo a tanta gente triste y necesitada. Me muero de pena al ver que muchos niños no sonríen y mueren prematuramente. No puedo soportar la imagen del joven que camina a la deriva, sin sentido, sin fe, que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en el infierno del vacío y de la desesperación. Me entristece la estampa del viejo, al que nadie quiere y parece estorbar en todas las partes. Cada matrimonio que se rompe es una cuchillada a mi corazón. No digamos otro tipo de violencias y de guerras. Me opongo al hecho que unos se aprovechen de los otros, que siga habiendo personas y pueblos sin libertad y sin dignidad.

Lo que les pido es que me presten sus manos para que con ellas yo pueda seguir curando, bendiciendo y acariciando. Les pido que me presten sus pies para que pueda seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás de los que se descarrían. Les pido sus labios, para expresar ternura a tantos niños y a tantos hambrientos de amor. Les pido su lengua, para seguir dando buenas noticias a los pobres y denunciar a los hipócritas y opresores. Les pido tus ojos, para mirar con misericordia y cariño a toda la gente.

Les pido su rostro, para sonreír a cada uno, para sonreír a pesar de todo, para iluminar todas las situaciones con mirada de gracia, de paz y de alegría. Les pido en fin, su corazón, para que yo pueda seguir amando a mi manera.

Si me entregan sus bienes, no hace falta que se desprendan de ellos. Utilicenlos como si fuesen míos, como si ahora yo se los prestara. Hagan ustedes con ellos lo que estoy deseando hacer yo.

Sonrían aunque no tengas ganas de hacerlo, pero sabiendo que yo lo quiero. Compartan, aunque les cueste, pero piensen que yo lo haría.

Les infundiré mi Espíritu, para que yo pueda actuar desde cada uno de ustedes. Les enseñaré el modo y la manera, les daré la fuerza y la capacidad. Yo me prolongaré en ustedes. Serán mi instrumento. Ustedes y yo seremos palabra de amor, de verdad y vida para el hermano necesitado de ayuda.

Lo pido por el amor del Padre, por el dolor de los inocentes, por todo lo que más quieran.
En espera de su respuesta, les mando un abrazo de amistad.

Jesus

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Carta de la Madre Teresa a los jovenes

Queridos jóvenes:

El mal más grande de nuestros días es la falta de amor y de caridad, la terrible indiferencia hacia los hermanos y hermanas (hijos de Dios, Nuestro Padre Celestial) que viven marginados, presos de la explotación, de la corrupción, de la pobreza y de la enfermedad.

Hemos sido creados por la mano de un Dios que es Amor infinito, para amarlo y ser amados por Él. Dios se hace uno de nosotros (nuestro hermano Jesús) para ayudarnos a comprender qué es el amor y para enseñarnos a amar.

El servicio más grande que pueden hacer a alguien es conducirlo para que conozca a Jesús, para que lo escuche y lo siga; porque sólo Jesús puede satisfacer la sed de felicidad del corazón humano, para la que hemos sido creados.

La vida es un don maravilloso de Dios y ayudar a los pobres, material y espiritualmente, más que un deber es un privilegio; porque Jesús, Dios hecho hombre, nos ha asegurado: "Cuanto hagáis a uno de estos pequeños hermanos míos, me lo hacéis a mí". Cuando ayudamos a otra persona, nuestra recompensa es la paz y el gozo, porque hemos dado un sentido a nuestra vida y ya no estamos aislados.

No dejen que falsas metas de la vida (dinero, poder, placer, estudio) los conviertan en esclavos y los hagan perder el auténtico sentido de la vida. Aprendan a amar tratando de conocer cada vez más profundamente a Jesús; crean firmemente en Él; escuchenlo en la oración intensa y en la mediación de sus palabras o gestos, que revelan perfectamente el amor; y entren en la corriente del amor divino que hace partícipes a los otros del mismo amor.

Sólo en el cielo veremos cuán grande es nuestra deuda hacia los pobres por habernos ayudado a amar mejor a Dios.
Recuerden que… El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
Madre Teresa de Calcuta

11. Que son los Evangelios?


El momento culminante de la Revelación divina a la humanidad ha sido el de la Encarnación del Hijo de Dios.

El Concilio Vaticano II, en la Constit. DV. n. 4 enseña que Jesucristo “lleva toda la Revelación a su plenitud con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, y, sobre todo, con su Muerte y Resurrección y con el envío del Espíritu de la Verdad... Con ello Cristo realiza la obra de salvación que el Padre le encomendó”.

El relato de la obra salvifica del Señor, ensenada de viva voz por los Apóstoles y entregada con continuo en la Sagrada Tradición de la Iglesia, ha quedado consignada por escrito, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, en los libros del Nuevo Testamento en los que la palabra de Dios alcanza su culmen.

El NT se abre con cuatro (4) libros que llevan el titulo de “Evangelio”; igualmente inspirados que los restantes libros de la Sagrada Escritura, son los mas excelentes de todos ellos, porque constituyen el principal testimonio de la vida y de la doctrina de Jesucristo. Hacia el a. 150, San Justino llama a los Evangelios “recuerdos de los Apóstoles”.

La palabra “evangelio”, de origen griego (euangelion), significa originariamente “buena noticia”.
También se empleaba en la antigüedad griega para indicar la recompensa que se daba al portador de una buena noticia. También se aplicaba para hablar del sacrificio de acción de gracias que por la buena noticia se ofrecía a los dioses.

Los romanos llamaron “evangelios” al conjunto de los beneficios que el emperador Augusto había traído a la humanidad. Entre los judíos el verbo “evangelizar” = “anunciar el evangelio”, alcanza un particular relieve cuando se emplea para hablar de los tiempos mesiánicos, en los que Dios salvara al pueblo, como dice el Profeta Isaías: “Que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona la salvación” (Isaías 52, 7).

Cuando Nuestro Señor, desde el principio de su ministerio publico, invita a creer en el Evangelio, se refiere a la buena noticia del advenimiento del Reino de Dios que El anuncia y que llega con El: “El tiempo se ha cumplido y esta cerca el Reino de Dios; haced penitencia y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Esa buena noticia de la salvación ha de ser proclamada en todo el mundo, y para ello envía el Señor a los Apóstoles (cf. Mc 13,10).

La predicación de los Doce Apóstoles acerca de Jesucristo y de su obra redentora se llama también “el evangelio”, que en la predicación apostólica versa sobre las palabras y las acciones de Jesus; pero sobre todo proclama que Cristo, con su Muerte y Resurrección, nos ha redimido de nuestros pecados, realizando las promesas salvadoras que Dios hizo en el AT. Así, el Evangelio que los Apóstoles proclaman es el anuncio de la buena noticia, que es el mismo Jesucristo.

En resumen, la palabra “evangelio” la usaron los cristianos, en primer lugar, para designar el anuncio gozoso de la Salvación realizada por Cristo. Cuando mas tarde este anuncio fue escrito, se aplico la palabra a los mismos libros que contenían el “evangelio” predicado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

10. Contenido doctrinal del Nuevo Testamento


El NT proclama la gracia y la exigencia de Dios, Padre Todopoderoso, tan lleno de amor por sus hijos, que ha enviado a su Hijo Unigénito al mundo para salvarnos –como rezamos en el Credo de la Misa). El NT nos revela el insondable misterio de Dios Uno y Trino, misterio insinuado mas no revelado claramente en el AT.

En Jesucristo, el Hijo de Dios, vemos al Padre. Dice Jesus “Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo” (Mt 11, 27) y cuando el Apóstol Felipe le pide que les muestre al Padre, Jesus le responde: “El que me ha visto a mi ha visto al Padre” (Jn 14, 8-9).

La doctrina de Jesus no es solo suya, sino del Padre que le envió. Dice Jesus “El que no me ama, no guardara mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me envió” (Jn 14, 24).

Jesucristo ha venido para llevar a cabo el mandato de su Padre. Dice El “Porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquel que me ha enviado” (Jn 6, 38). Esta voluntad divina consiste en conducir a la humanidad hasta la filiación divina y la gloria de Dios, como dice San Pedro: “Nos ha hecho merced de los preciosos y mas grandes bienes prometidos, para que por estos llegues a ser participes de la naturaleza divina” (2 Pe 1, 4).

Jesus es el Salvador: en El se ha revelado la entrañable benevolencia divina hacia nosotros. Jesus es el Cristo (=Mesías), el Señor, el Hijo de Dios. Por tanto, Jesucristo no solo ofrece al hombre el cumplimiento de los mas profundos anhelos de la humanidad, sino que es portador de algo que los supera por completo: la gracia sobrenatural que nos hace hijos adoptivos de Dios.

Todos los libros del NT constituyen, junto con los libros del AT, un plan unitario, una unidad fundamental expuesta de una manera rica y variada, como lo leemos en la carta a los hebreos: “En diversos momentos y de muchos modos hablo Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha habado por medio de su Hijo…” (Hb 1,1-3). Por esta razón, el AT da testimonio de Cristo anunciando su venida: tanto los libros históricos, como los proféticos y sapienciales son una profecía de Cristo.

Los Evangelios refieren la admirable vida de Jesus, sus acciones y palabras, su Muerte redentora y su Resurrección gloriosa. Por Cristo hemos sido liberados del pecado, de la muerte y del poder del demonio, para vivir en la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

El libro de los Hechos de los Apóstoles relata la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés; bajo su acción asistimos a la primera expansión de la Iglesia entre judíos y gentiles.

Las cartas de los Apóstoles nos enseñan como hemos de vivir la fe cristiana en las circunstancias de nuestra vida.

Finalmente, el Apocalipsis nos consuela en las tribulaciones, y mantiene viva la fortaleza y la esperanza en la victoria final; a este aspecto se une su carácter profético acerca de la segunda venida de Cristo.

El Reino de Dios, que Jesucristo ha iniciado en la tierra, no llegara a su plenitud sino cuando, al final del mundo presente, vuelva Cristo glorioso, para juzgar a vivos y muertos y hacer entrega al Padre del Reino eterno. Mientras tanto “de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria, contemplando claramente a Dios mismo, tal como es”. Lo que el Señor nos promete en las Bienaventuranzas llena la vida del cristiano: este será plenamente feliz en el cielo. Pero ya en la tierra, tanto en medio de la aflicción y del dolor como en la alegría y la prosperidad, en la honra como en la deshonra, en la escasez como en la abundancia, en la salud. En la enfermedad, en toda circunstancia, el cristiano se sabe hijo de Dios, redimido por la muerte del Señor y destinado a una vida eterna con Cristo en Dios. Sostenido por tal esperanza, puede llevar, con la dignidad excelsa y humilde de los hijos de Dios, las tribulaciones de esta vida, que nos identifican con nuestro Salvador.

9. El Nuevo Testamento


Nuevo Testamento (NT) indica la nueva y definitiva etapa de la Historia Sagrada establecida por Jesucristo, que sustituye y lleva a su plenitud la Revelación y las realidades del Antiguo Testamento (AT). Los escritores cristianos han empleado ambas expresiones desde el siglo I.

La promesa de salvación, hecha por Dios en el paraíso terrenal después del pecado original (cf. Gn 3, 15), fue ratificada con una alianza a Abrahán (cf. Gn 17) y renovada a Isaac y a Jacob (cf. Gn 26 y 28). Mas tarde, por medio de Moisés, fue sellada con el sacrificio de unas victimas (cf. Ex 24, 1-11).

En el NT, Dios cumple la promesa al establecer Jesucristo, con su muerte en la Cruz, la Nueva y Eterna Alianza. La expresión “Nuevo Testamento” esta tomada de las mismas palabras de Jesus pronunciadas en la institución del Sacrificio Eucarístico (cf.1 Cor 11, 25). El Sacrificio que cristo ofrece en la Cruz constituye la Nueva y definitiva Alianza, llamada también Nuevo Pacto o Nuevo Testamento.

Desde el siglo II se entiende por “Nuevo Testamento” la colección de libros inspirados por Dios, que contienen la Revelación plena y definitiva de Nuestro Señor Jesucristo.

El NT se compone de 27 libros, todos ellos escritos en la segunda mitad del siglo I. Normalmente se dividen en 3 grupos: 1) Históricos: Evangelios y Hechos de los Apóstoles; 2) Didácticos:14 Cartas paulinas y 7 Cartas católicas; 3) Proféticos: Apocalipsis.

Muy pronto estos escritos, tal como hoy los poseemos, fueron recibidos por la Iglesia como los nuevos libros sagrados, uniéndolos a los del AT, que había recibido también como un don de Dios. Ambas colecciones de libros componen la Biblia.

De manera semejante a como Jesucristo cumplió las promesas de Dios hechas por medio de los Patriarcas y Profetas de la Antigua Alianza, en los libros del NT queda consignado por escrito el cumplimiento de esas promesas. Por esta razón, el AT puede llamarse promesa o profecía del NT, y el NT cumplimiento del AT.

El NT debe ser leído con el respeto y veneración que exigen su origen divino y su finalidad de salvación. Como dice el Concilio (DV.17): “La palabra divina, que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del NT. Pues al llegar la plenitud de los tiempos, el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauro el Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Si mismo con obras y palabras, y llevo a termino su obra con su Muerte, Resurrección y gloriosa Ascensión, y con la misión del Espíritu Santo.

Levantado de la tierra, atrae a todos a Si mismo. El es el único que tiene palabras de vida eterna. Pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesucristo y congregaran la Iglesia. De todas estas cosas los escritos del NT son el testimonio perenne y divino”.

El NT contiene la Buena Nueva, es decir, el Evangelio de Jesucristo: el que predico el mismo Señor, y el que por mandato suyo predicaron los Apóstoles. Dios quiso que fueran escritos los libros del NT para que, predicados y comentados auténticamente por la Iglesia, los hombres y mujeres puedan disponer de este medio excelente de conocer a Jesucristo, Camino para la humanidad, Verdad para nuestras inteligencias y Vida de nuestras almas.

jueves, 6 de septiembre de 2007

martes, 4 de septiembre de 2007

8. Lectura cristiana de la Biblia

San Juan Crisóstomo llama a las Sagradas Escrituras “cartas enviadas por Dios a los hombres”.

1. Siendo así lo primero que hemos de hacer al leer la Sagrada Escritura es fomentar en nosotros un afán y una ilusión por conocer y meditar el contenido de esas cartas divinas. El Concilio Vaticano II recomienda insistentemente a todos los fieles la lectura asidua de la Sagrada Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo, pues –como decía San Jerónimo- desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo. Acudan con gusto al texto mismo: en la liturgia, tan llena de las palabras divinas; en la lectura espiritual (…). Recuerden que a la lectura de la Biblia debe acompañar la oración para que se realice el dialogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos las divinas Escrituras” (Dei Verbum, n. 25).
Decía San Pío X “La lectura de la Biblia no es necesaria a todos los cristianos, porque ya están ensenados por la Iglesia, pero es muy útil y se recomienda a todos”.

2. Para hacer una lectura provechosa hemos de partir necesariamente de la obediencia a la fe de la Iglesia de Jesucristo; fe, concretamente, en todo lo que la Iglesia profesa y enseña sobre el Canon de los Libros Sagrados, sobre su inspiración divina, sobre su veracidad, sobre su historicidad, sobre su autenticidad. Fe, en definitiva, en que Dios es el autor principal de la Biblia y en que estos contienen la verdad salvadora, sin ningún error.

3. También es necesaria piedad y santidad de vida para poder entender la Sagrada Escritura. Para el crecimiento de la inteligencia de la Palabra de Dios escrita, debemos disponernos por la oración a recibir las luces que nos vienen gratuitamente del Espíritu Santo. Quien lee, medita o estudia la Biblia debe buscar en la oración asidua, en el trato con Dios, la comprensión de esa palabra santa.

4. Se necesita igualmente la virtud de la humildad, que nos haga niños delante de nuestro Padre Dios. Solo así se cumplirán en nosotros las palabras de Cristo “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños” (Mt 11, 25).

La humildad y piedad se manifestaran:
- en no permitir ni admitir opiniones que estén al margen de lo que el Magisterio y la Tradición de la Iglesia han ensenado constantemente;
- en la firma convicción de que nunca se llegara a demostrar de modo exclusivamente racional verdades de orden sobrenatural y, por tanto, de que no se conquista, sino que se acepta gozosamente todo lo que Dios ha revelado, tal y como el Magisterio de la Iglesia lo propone.

Ante la grandeza de los misterios divinos el cristiano debe sentir la humilde alegría de que su inteligencia no puede abarcarlos. ¿Cómo puedo yo, que soy un ser finito y pequeño, comprender la grandeza de Dios? Decía San Agustín: “La Escritura divina es como un campo en el que se va a levantar un edificio. No hay que ser perezosos, ni contentarse con edificar sobre la superficie; hay que cavar hasta llegar a la roca viva: esta roca es Cristo (1 Cor 10, 4)”.