En uno de sus discursos San Pedro expone así la vida de Nuestro Señor:
“Vosotros sabéis lo ocurrido por toda Judea, comenzando por Galilea, pues del bautismo que predico Juan: como a Jesus de Nazaret le ungió Dios con Espíritu Santo y poder, y como paso haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; de cómo le dieron muerte colgándole de un madero. Pero Dios le resucito al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucito de entre los muertos; y nos mando predicar al pueblo y atestiguar que este es quien a sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Acerca de El atestiguan todos los profetas que todo el que cree en El recibe por su nombre el perdón de los pecados” (Hch 10, 37-43).
Los Evangelios narran la vida de Cristo siguiendo este esquema del discurso de San Pedro.
a) San Juan comienza remontándose hasta la eternidad del Verbo en el seno del Padre, y exponiendo la Encarnación del Hijo de Dios y su vida entre los hombres (cf. Jn 1, 1.14).
b) San Mateo y San Lucas inician la narración evangélica con los relatos sobre el nacimiento, la infancia y la vida oculta de Jesus (cf. Mt 1-2; Lc 1-2).
c) San Marcos da comienzo directamente a su evangelio con el anuncio de San Juan Bautista acerca de la necesidad de la penitencia para recibir al Mesías.
A continuación los cuatro (4) Evangelios pasan a exponer la preparación inmediata de Cristo para su ministerio público:
· bautismo de Jesus en el Jordán con una clara revelación de la Santísima Trinidad;
· testimonio de Juan Bautista de que Jesus es el Cristo;
· el ayuno de Jesus y las tentaciones en el desierto durante 40 días.
Los Evangelios, al narrar estos acontecimientos, nos enseñan la incomparable superioridad de Cristo sobre Juan Bautista y todos los Profetas del AT –Jesus es el Hijo de Dios-, así como el carácter divino de su misión –Jesus viene a instaurar el Reino de Dios-.
La parte mas amplia de los Evangelios esta dedicada a mostrarnos como Jesus paso haciendo el bien: curaba a los enfermos y liberaba a los poseídos por el diablo “porque Dios estaba con El” (Hch 10, 38); predicaba y hacia milagros con el poder divino.
Por contraste, iba creciendo el odio de las autoridades judías contra El, que terminaría en su Pasión y Muerte. Esta sección de los Evangelios habla de la “vida publica del Señor”.
“Cristo instauro el Reino de Dios en la tierra y manifestó a su Padre y se manifestó a Si mismo con obras y palabras” (Dei Verbum, n. 17).
Los evangelistas relatan la constante predicación de Jesus, de la que podemos destacar los siguientes aspectos:
- el comportamiento que han de tener los discípulos (cf. sermón del Monte: Mt 5);
- las cualidades del Reino de los Cielos que El viene a establecer (cf. parábolas del Reino: Mt 13);
- el verdadero alimento del alma en el nuevo Reino (cf. Jn 6) ; etc.
El Señor va corroborando su enseñanza y mostrando que sus palabras son verdaderas con muchos milagros, entre los que sobresalen los siguientes:
· La conversión del agua en vino en las bodas de Cana (Jn 2);
· la resurrección del hijo de la viuda de Caín (Lc 7);
· la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5);
· la curación de endemoniados (Mc 5);
· la curación de leprosos (Mc 8);
· la curación de muchos enfermos (Mc 1);
· la multiplicación de los panes y de los peces (Mc 6); etc.
Además de la predicación constante y de la realización de muchos milagros, los Evangelios narran en esta etapa la elección de los Apóstoles (Mc 3, 13-19). Ellos serán los testigos directos de los milagros y a ellos explicara el Señor su doctrina con más detenimiento, hasta que con la gracia de Dios, puedan reconocerle como el Mesías, el Hijo de Dios, momento que marca un hito en el conjunto de la narración evangélica.
A partir de aquí los Evangelios se centran en el camino que Jesucristo recorre hasta su Muerte y Resurrección en Jerusalén. En esta parte de la vida de Jesus contemplamos como se va intensificando el odio de las autoridades judías hacia Jesus hasta decidir matarlo; esto forma parte de los misteriosos planes de Dios, y Jesus profetiza hasta tres veces los acontecimientos finales de su vida. Al mismo tiempo manifiesta más claramente a los discípulos su divinidad (Jn 12, 28-30).
De la actividad de Jesus en Judea inmediatamente antes de la entrada triunfal en Jerusalén sobresalen, entre otras cosas, los milagros de la resurrección de Lázaro (Jn 11) y la resurrección del ciego Bartimeo (Mc 10, 46-52). Con la narración de los últimos días del ministerio en Jerusalén finaliza en los Evangelios la vida pública de Jesucristo. Los evangelistas nos han transmitido las palabras y los hechos mas significativos de la vida del Señor y la explicación del porque de su muerte en la cruz y de su triunfo glorioso, que constituyen el mensaje esencial del Evangelio predicado.
Los relatos de la Pasión del Señor refieren la realidad de su Muerte y concluye con el testimonio de los discípulos de haber visto al Señor resucitado, haber comido con El, haber escuchado sus palabras y haber tocado su cuerpo glorioso. Cristo, antes de su Ascensión a los cielos, envía a los Apóstoles a predicar el Evangelio (= Kerigma) y a bautizar a todas las gentes para la remisión de los pecados (cf. Mt 28, 18-20; Mc 16, 15; Lc 24, 47; Jn 20, 21-23).
Los Evangelios son el testimonio divino y perenne de todo esto. Se escribieron con el fin de contribuir al cumplimiento del mandato de Cristo de que la Buena Noticia llegara a todos los hombres y mujeres. Juan lo dice expresamente al final de su Evangelio: “Muchos otros milagros hizo también Jesus en presencia de sus discípulos que no han sido escritos en este libro. Estos, sin embargo, han sido escritos para que creáis que Jesus es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 30-31). Con los escritos evangélicos Dios ha querido que conozcamos la solidez de la doctrina que hemos creído. Con esa intención nos narran la verdad sincera acerca de Cristo, de sus palabras y de sus hechos.
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