domingo, 9 de diciembre de 2007

LAS VACACIONES


En el Evangelio leemos que cuando los Apóstoles llegaron de la misión Jesús les dijo: "Venid a un lugar apartado y solitario y descansad un poco" (Mc 6, 31). Jesús y los discípulos  cansados por la incesante actividad en medio de la gente, sentían de vez en cuando la necesidad de un momento de calma. San Marcos dice que las multitudes impidieron aquel deseado "retiro". De todos modos, queda claro el valor del descanso y la exigencia de utilizar el tiempo libre para experimentar un sano sosiego físico y sobre todo espiritual.

En nuestra sociedad, con frecuencia acelerada, frenética y competitiva, en la que predomina la lógica de la producción y del lucro a veces en detrimento de  la persona, es todavía más necesario que cada uno pueda disfrutar de periodos de descanso, en los que pueda recuperar energías y al mismo tiempo volver a encontrar un justo equilibrio interior. Las vacaciones tienen que ser utilizadas de manera sabia para que sean de provecho para cada uno y para la familia, gracias al contacto con la naturaleza, a la tranquilidad, a la oportunidad de cultivar más la armonía familiar, las buenas lecturas y sanas actividades recreativas; gracias sobre todo a la posibilidad de dedicarse más aún a la oración, a la contemplación y a la escucha de Dios.

Deseo a todos los que se encuentren en vacaciones un provechoso descanso, confiando a la Virgen María, especialmente a quienes se encuentran más cansados. Confío también a la Virgen a quien, por diferentes motivos, no tienen la posibilidad de dejar sus habituales ocupaciones ordinarias. Los recuerdo en mi oración.  

martes, 4 de diciembre de 2007

JOSEFINA BAKHITA

El ejemplo  de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por Juan Pablo II.
Nació aproximadamente en 1869 en Darfur - Sudán -. Cuando tenía nueve años de edad fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida
Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Calisto Legnani. Aquí, después de los terribles "dueños" de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un "dueño" totalmente diferente -que llamó "paron" en el dialecto veneciano que hasta ahora había aprendido- , al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento solo había conocido dueños que la despreciaban y la maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un "Paron" superior a todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era conocida y amada por el Paron supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba "a la derecha de Dios Padre". En este momento tuvo "esperanza"; no solo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; ese gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa.  Através del conocimiento de esta esperanza ella fue "redimida", ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que San Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban el el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios.  Asi, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de su "Paron". El 9 de enero de 1890 recibió los tres sacramentos de iniciación cristiana de manos del Patriarca de Venecia.  El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces -junto con sus labores en la sacristía y en la portería del convento- intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo, que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había "redimido" no podía guardarsela para si sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.  


Benedicto XVI, 
Enciclica SPE SALVI n. 4






jueves, 15 de noviembre de 2007

Haz siempre lo máximo que puedas


Había una vez un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue a un templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase.

Se acerco a él y le dijo:

"Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?"

El maestro le miró y le respondió:

"Si meditas cuatro horas al día, tal vez lo conseguirás dentro de diez años".

El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo:
"Maestro, y si medito ocho horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?

El maestro le miró y le respondió:

"si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás dentro de veinte años".

Pero, por qué tardaré más tiempo si medito más? -preguntó el hombre -

El maestro contestó:

"No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estas aquí para vivir, para ser felíz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas de meditación, pero utilizas ocho, solo conseguirás agotarte, apartarte del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo que puedas, y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites, puedes vivir, amar y ser feliz".




Tomado del libro del Dr. Miguel Ruiz
LOS CUATRO ACUERDOS,
pp. 97-98

miércoles, 3 de octubre de 2007

Entrar en el Misterio de Jesus de Nazaret


"Jesús de Nazaret” es la primera parte de una obra de dos volúmenes que el Santo Padre ha pensado hace muchos años como parte de un “largo camino interior” en busca del “rostro del Señor”. Ha escrito los primero cuatro capítulos siendo Cardenal y los siguientes seis después, “usando todos los momentos libres”.

En este primer volumen el relato comienza con el bautismo de Jesús en el Jordán y llega hasta su transfiguración en el monte Tabor. El segundo volumen llegará a la pasión, muerte y resurrección, con un capítulo dedicado también a los relatos de la infancia: la anunciación, el nacimiento, los magos, la fuga a Egipto.
La intención al escribir este libro la explica él mismo en el prefacio: "Presentarles a los hombres de hoy el Jesús de los Evangelios como el Jesús históricamente real, verdadero Dios y verdadero hombre".

El libro consta de: un prefacio, una introducción, diez capítulos y una guía bibliográfica.
En la introducción, Benedicto XVI presenta a Jesús como el “nuevo Moisés” anunciado por el Antiguo Testamento en el libro del Deuteronomio: “un profeta con el cual el Señor hablaba cara a cara”. Incluso mucho más: si Moisés no pudo contemplar el rostro de Dios sino sólo verle “las espaldas”, Jesús es no sólo el amigo de Dios sino su Hijo unigénito, está “en el seno del Padre” y por lo tanto lo puede revelar: “Quien me ve a mí ve al Padre”.

El primer capítulo está dedicado al bautismo de Jesús en el Jordán. Sumergiéndose en las aguas Jesús “acepta la muerte por los pecados de la humanidad”. Mientras la voz desde el cielo que lo señala como Hijo de Dios predilecto “es la llamada anticipada a la resurrección”. El recorrido de su vida ya está delineado.

Capítulo segundo: las tentaciones de Jesús. Para salvar a la humanidad, Jesús debe vencer las principales tentaciones que amenazan, en diferentes formas, a los hombres de todos los tiempos y transformándolas en obediencia, reabrir el camino hacia Dios, hacia la verdadera Tierra prometida que es el “reino de Dios”.

Capítulo tercero: Está dedicado, precisamente, al Reino de Dios, que es el señorío de Dios sobre el mundo y sobre la historia, pero se identifica en la misma persona de Jesús, vivo y presente aquí y ahora. En Jesús “Dios viene a nuestro encuentro, reina en modo divino o sea sin poder mundano, reina con el amor que llega “hasta el extremo”.

Capítulo cuarto: el discurso de la montaña. En él Jesús aparece como el “nuevo Moisés” que lleva a cumplimiento la Torah, la ley mosaica. Las bienaventuranzas son los puntos cardinales de la nueva ley, y al mismo tiempo, un autorretrato de Jesús. La ley es Él mismo: “Es este el punto que exige una decisión y por lo tanto es el punto que conduce a la cruz y a la resurrección”.

Capítulo quinto: la oración del Señor. Poniéndose en el seguimiento de Jesús, el creyente puede invocar al Padre con las palabras que Él enseñó: el Padrenuestro. Benedicto XVI lo explica punto por punto.

Capítulo sexto: los discípulos. La comunidad con Jesús recoge a los discípulos en el “nosotros” de una nueva familia, la Iglesia, que a su vez es enviada a anunciar el mensaje al mundo entero.

Capítulo séptimo: las parábolas. Benedicto XVI ilustra su naturaleza y objetivo y después
comenta tres, todas del Evangelio de Lucas: la del buen samaritano, la de los dos hermanos y el padre bueno, la del rico epulón y el pobre Lázaro.

Capítulo octavo: las grandes imágenes joánicas. O sea: el agua, la vid y el vino, el pan, el pastor. El Papa las comenta una por una, después de haber explicado quien era el evangelista Juan.

Capítulo noveno: la confesión de Pedro y la transfiguración. Ambos eventos son momentos decisivos para Jesús como también para sus discípulos. Muestran con claridad cual es la verdadera misión del Hijo de Dios sobre la tierra y cual es la suerte de quien quiere seguirlo. Jesús, el Hijo de Dios vivo, es el Mesías esperado por Israel que, a través del escándalo de la cruz, conduce a la humanidad al “reino de Dios”, a la libertad definitiva.

Capítulo décimo: las afirmaciones de Jesús sobre sí mismo. Benedicto XVI comenta tres de ellas: “Hijo del Hombre”, “Hijo”, “Yo soy”. Este último es el nombre misterios con el que Dios se reveló a Moisés en la zarza ardiente y con el que los Evangelios dejan entrever que Jesús es el mismo Dios.

Aquí termina el primer volumen del Papa sobre Jesús de Nazareth. Pero también es interesante el apéndice final en el que el autor hace de guía a los lectores en la inmensa bibliografía sobre la materia. Por cada uno de sus diez capítulos, el Santo Padre cita los principales libros a los que se ha referido y que pueden ser leídos para una profundización. Además señala “algunos de los más importantes y recientes libros sobre Jesús”, entre los que figuran los de Joachim Gnilka, Klaus Berger, Heinz Schürmann, Thomas Söding, Rudolf Schnackenburg, John P. Meier.

lunes, 1 de octubre de 2007

Mensaje de Facundo Cabral

De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo.

Ahora mismo le puedes decir: ¡basta! a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido. Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo.
Que nada te distraiga de ti mismo, debes estar atento porque todavía no gozaste la más grande alegría, ni sufriste el más grande dolor. Vacía la copa cada noche para que Dios te la llene de agua nueva en el nuevo día. Vive de instante en instante porque eso es la vida. Me costó muchos años llegar hasta aquí, ¿cómo no gozar y respetar este momento? Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto? No te sientas aparte y olvidado, todos somos la sal de la tierra. En la tranquilidad hay salud, como plenitud dentro de uno.

Perdónate, acéptate, reconócete y ámate, recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad, borra el pasado para no repetirlo. No culpes a tus padres por haberte tratado como te trataron, porque nadie puede enseñar lo que no sabe, perdónalos y te liberarás de esas cadenas.

Si estás atento al presente, el pasado no te distraerá, entonces serás siempre nuevo. Tienes el poder para ser libre en este mismo momento, el poder está siempre en el presente porque toda la vida está en cada instante, pero no digas no puedo ni en broma porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio y te lo recordará cada vez que lo intentes. Si quieres recuperar la salud, abandona la crítica, el resentimiento y la culpa, responsables de nuestras enfermedades. Perdona a todos y perdónate, no hay liberación más grande que el perdón, no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica que te hace juez (agotadora y vana tarea) y cómplice de lo que te disgusta. Culpar a los demás, es no aceptar la responsabilidad de nuestra vida, es distraerse de ella. El bien y el mal viven dentro tuyo, alimenta más al bien para que sea el vencedor cada vez que tengan que enfrentarse. Lo que llamamos problemas son lecciones, por eso nada de lo que nos sucede es en vano. No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas ya son ganancia. Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida. Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser será, y sucederá naturalmente.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Compromiso de vida

Las palabras que siguen son pronunciadas el día del compromiso de vida de un hermano en la comunidad de Taizé.

Hermano, ¿qué pides? La misericordia de Dios y la comunidad de mis hermanos. Que Dios lleve a término en ti lo que Él mismo ha comenzado.
Hermano que te confías a la misericordia de Dios, recuerda que Cristo, el Señor, viene en ayuda de tu débil fe y que, comprometiéndose contigo, realiza para ti la promesa:

No hay nadie, en verdad, que habiendo dejado todo a causa de Cristo y por el Evangelio, no reciba cien veces más, ahora en el tiempo presente, hermanos y hermanas y madres e hijos con persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna. Este es un camino contrario a toda lógica humana, pero no podrás avanzar en él más que por la fe y no por la visión, seguro siempre de que quien ha perdido su vida por Cristo, la volverá a encontrar.

Camina de ahora en adelante tras las huellas de Cristo. No te preocupes por el mañana. Busca primero el Reino de Dios y su justicia. Abandónate, entrégate, y será derramada en tu seno una medida repleta, apretada, desbordante.

Duermas o veles, de noche y de día, la semilla germina y crece sin que tú sepas cómo. Guárdate de desplegar tu justicia ante los otros para ser admirado. Que tu vida interior no te de un aire triste, como aquél que ostenta un rostro descompuesto para que los demás lo vean. Unge tu cabeza, lava tu cara a fin de que sólo tu Padre que ve en lo secreto conozca la intención de tu corazón.

Mantente en la sencillez y la alegría, la alegría de los misericordiosos, la alegría del amor fraterno.
Sé vigilante. Si debes reprender a un hermano, que sea a solas, él y tú. Ten la preocupación de la comunión humana con tu prójimo. Confíate. Has de saber que un hermano tiene el encargo de escucharte. Compréndele para que cumpla su ministerio con alegría. Cristo, el Señor, en la compasión y el amor que tiene por ti, te ha escogido para que seas en la Iglesia un signo del amor fraterno. Quiere que realices con tus hermanos la parábola de la comunidad.

Así, renunciando en lo sucesivo a mirar hacia atrás, y con el gozo de un infinito agradecimiento, no tengas nunca miedo de adelantarte a la aurora para alabar y bendecir y cantar a Cristo tu Señor. Recíbeme Señor y yo viviré, y que me alegre en mi espera.

Hermano, acuérdate de que es a Cristo a quien vas a responder ahora, al contestar a las llamadas que Él te dirige:

¿Quieres, por amor a Cristo, consagrarte a Él con todo tu ser?
¿Quieres realizar de ahora en adelante el servicio de Dios en nuestra comunidad, en comunión con tus hermanos?
¿Quieres, renunciando a toda propiedad, vivir con tus hermanos, no solamente en la comunidad de bienes espirituales, esforzándote en abrir tu corazón?
¿Quieres, a fin de estar más disponible para servir con tus hermanos y para entregarte totalmente al amor de Cristo, permanecer en el celibato?
¿Quieres, para que no seamos más que un corazón y un alma y para que nuestra unidad de servicio se realice plenamente, adoptar las opciones de comunidad expresadas por el prior, recordando que él no es más que un pobre servidor de comunión en la comunidad?
¿Quieres, reconociendo siempre a Cristo en tus hermanos, velar por ellos, en los buenos como en los malos días, en el sufrimiento como en la alegría?

En consecuencia por Cristo y por el Evangelio, tú eres desde ahora hermano de nuestra comunidad. Que este anillo sea el signo de nuestra fidelidad en el Señor.

Carta de Sto. Tomas Moro a su hija


Aunque estoy bien convencido de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejare de confiar en su infinita bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo: las riquezas, las ganancias y la propia vida, antes de prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su majestad me ha hecho un favor mas grande, por el provecho espiritual que por ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma gracia divina continuara favoreciéndome, no permitiendo que el rey vaya mas allá, o bien dándome la fuerza necesaria para sufrir lo que sea con paciencia, con fortaleza y de bien grado. Esta mi paciencia, unida a los meritos de la dolorosa pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigara la pena que tenga que sufrir en el purgatoria y, gracias a la divina bondad, me conseguirá mas tarde un aumento de premio en el cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por mas débil y frágil que me sienta. Mas aun, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordare de San pedro cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe de viento, y haré lo que el hizo. Gritare a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces El, tendiéndome la mano, me sujetara y no dejara que me hunda.

Y si permitiera que mi semejanza con Pedro fuera aun mas allá, de tal modo que llegara a la caída total y a jurar y perjurar (lo que Dios, por su misericordia, aparte lejos de mi, y haga que una tal caída redunde mas bien en perjuicio que en provecho mío), aun en este caso espero que el Señor me dirija, como a Pedro, una mirada llena de misericordia y me levante de nuevo, para que vuelva a salir en defensa de la verdad y descargue así mi conciencia y soporte con fortaleza el castigo y la vergüenza de mi anterior negación.

Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonara sin culpa mía. Por esto me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima, guardara fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, mas que su justicia, lo que se ponga en mi de relieve.

Ten, pues, buen animo, hija mía, y no te preocupes por mi, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Diez consejos de Benedicto XVI a los jovenes


1) Dialoguen con Dios.

Durante estos días podréis recobrar la experiencia vibrante de la oración como diálogo con Dios, del que sabemos que nos ama y al que, a la vez, queremos amar”.

2) Cuentenle sus penas y alegrías.

Abrid vuestro corazón a Dios. Dejaos sorprender por Cristo. Dadle el "derecho a hablaros" durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que él ilumine con su luz vuestra mente y toque con su gracia vuestro corazón.

3) No desconfien de Cristo.

Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro "sí" al Dios que quiere entregarse a vosotros. Os repito hoy lo que dije al principio de mi pontificado: ‘Quien deja entrar a Cristo en la propia vida no pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren de par en par las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera’. Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo.

4) Esten alegres.

Querer ser santos. Más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado: también es esta una vocación a aquel ‘alto grado’ de la vida cristiana ordinaria que se expresa en la santidad. Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia (...). La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad. Os invito a que os esforcéis estos días por servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste. El encuentro con Jesucristo os permitirá gustar interiormente la alegría de su presencia viva y vivificante, para testimoniarla después en vuestro entorno.

5) Hablen de Dios.

Tema de conversación con los amigos. Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes. Por lo tanto, es urgente ser testigos del amor contemplado en Cristo. Queridos jóvenes, la Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás.

6) El domingo, vayan a Misa.

No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla. Ciertamente, para que de esa emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla. Comprometámonos a ello, ¡vale la pena! Descubramos la íntima riqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: no somos nosotros los que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cambio, el mismo Dios viviente el que prepara una fiesta para nosotros. Con el amor a la Eucaristía redescubriréis también el sacramento de la Reconciliación, en el cual la bondad misericordiosa de Dios permite siempre iniciar de nuevo nuestra vida.

7) Demostren que Dios no es triste.

Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia él. Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla. En numerosas partes del mundo existe hoy un extraño olvido de Dios. Parece que todo marcha igualmente sin él. Pero al mismo tiempo existe también un sentimiento de frustración, de insatisfacción de todo y de todos. Dan ganas de exclamar: ¡No es posible que la vida sea así! Verdaderamente no.

8) Conozcan la fe.

Ayudad a los hombres a descubrir la verdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo. Tratemos nosotros mismos de conocerlo cada vez mejor para poder guiar también, de modo convincente, a los demás hacia él. Por esto es tan importante el amor a la sagrada Escritura y, en consecuencia, conocer la fe de la Iglesia que nos muestra el sentido de la Escritura.

9) Sean útiles, ayuden a otros.

Si pensamos y vivimos en virtud de la comunión con Cristo, entonces se nos abren los ojos. Entonces no nos adaptaremos más a seguir viviendo preocupados solamente por nosotros mismos, sino que veremos dónde y cómo somos necesarios. Viviendo y actuando así nos daremos cuenta bien pronto que es mucho más bello ser útiles y estar a disposición de los demás que preocuparse sólo de las comodidades que se nos ofrecen. Yo sé que vosotros como jóvenes aspiráis a cosas grandes, que queréis comprometeros por un mundo mejor. Demostrádselo a los hombres, demostrádselo al mundo, que espera exactamente este testimonio de los discípulos de Jesucristo y que, sobre todo mediante vuestro amor, podrá descubrir la estrella que como creyentes seguimos.

10) Lean la Biblia.

El secreto para tener un "corazón que entienda" es formarse un corazón capaz de escuchar. Esto se consigue meditando sin cesar la palabra de Dios y permaneciendo enraizados en ella, mediante el esfuerzo de conocerla siempre mejor. Queridos jóvenes, os exhorto a adquirir intimidad con la Biblia, a tenerla a mano, para que sea para vosotros como una brújula que indica el camino a seguir. Leyéndola, aprenderéis a conocer a Cristo. San Jerónimo observa al respecto : "El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.

En resumen, construyan la vida sobre Cristo, acogiendo con alegría la palabra y poniendo en práctica la doctrina: ¡he aquí, jóvenes del tercer milenio, cuál debe ser vuestro programa! Es urgente que surja una nueva generación de apóstoles enraizados en la palabra de Cristo, capaces de responder a los desafíos de nuestro tiempo y dispuestos a para difundir el Evangelio por todas partes. ¡Esto es lo que os pide el Señor, a esto os invita la Iglesia, esto es lo que el mundo - aun sin saberlo - espera de vosotros! Y si Jesús os llama, no tengáis miedo de responderle con generosidad, especialmente cuando os propone de seguirlo en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. No tengáis miedo; fiaos de Él y no quedaréis decepcionados.

14. El Evangelio segun San Mateo

AUTOR. El nombre del autor del primer Evangelio no aparece en el escrito. Esto tiene una razón de ser: Mateo no pretendía escribir una obra personal sino referir brevemente, como testimonio escrito, los pasos de Jesus entre los hombres, sus enseñanzas, su Pasión y Muerte redentoras, su Resurrección gloriosa… Deseaba mostrar que Jesus de Nazaret:
- descendiente de David,
- descendiente de Abrahán según la carne,
- concebido virginalmente en las entrañas de la Virgen Maria por obra del Espíritu Santo,
- es el Mesías prometido en las profecías del AT,
- el Hijo de Dios encarnado,
- el Salvador de la humanidad, que vino a liberarla de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte eterna.
Para San Mateo, lo importarte es lo que Jesus es, lo que dijo, lo que hizo.

Sin embargo, por la Tradición de la Iglesia, sabemos que el autor humano de este Evangelio es el Apóstol San Mateo, uno de los Doce, llamado directamente por el Maestro mientras trabajaba en su oficio de “publicano” o recaudador de impuestos.
Sabemos que, poco después de su llamada al apostolado, movido por la gran alegría que había en su alma, ofreció un banquete a sus amigos y colegas, al que asistió también Jesus con sus discípulos (Mt 9, 10-13). Mateo disfrutaba de buena posición económica y social, tenia muchos amigos y gozaba de gran estima en Cafarnaun, a pesar de la pésima opinión que entre los judíos tenia el oficio de publicano. Cuando Jesus se dirigió a Mateo con una llamada imperativa “sígueme”, el apóstol respondió inmediatamente. Por San Lucas sabemos que también se llamaba Levi. Mas tarde, Mateo es objeto de una segunda elección del Señor: después de una noche de oración, Jesus lo elige para ser uno de los Doce Apóstoles (Mt 10, 1-14).
Aparece en los episodios de la vida de Jesus en que están los Doce o los Once tras la traición de Judas. De este modo fue testigo ocular de la vida de Jesucristo.

Después de lo que nos cuentan los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, faltan datos sobre su vida. Son Ireneo, Clemente de Alejandría y Eusebio, quienes comentan que Mateo permaneció algunos anos en Palestina, compartiendo con los demás Apóstoles la predicación del Evangelio y la dirección de la primitiva Iglesia. Al final de esta etapa es donde seguramente hay que situar la redacción de su Evangelio hacia el ano 50 d.C. en arameo (la lengua que hablaban los judíos de palestina). Luego se tradujo al griego, probablemente antes de la destrucción de Jerusalén, el a. 70 d.C.


FINALIDAD.
El primer Evangelio se propone proclamar por escrito la “Buena Nueva” predicada de palabra por los Apóstoles, de que la salvación de Israel y de la humanidad, prometida por Dios en el AT, ya esta presente en el mundo por medio de Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios.

Igual que los otros tres Evangelios, fue escrito “para que creáis que Jesus es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 30-31). Además se propone enseñar:
- que Jesus de Nazaret es el Cristo o Mesías prometido y anunciado en el AT;
- que en Jesus se cumplen las antiguas profecías;
- que esa mesianidad consiste en que Jesus es el Hijo de Dios, es decir, que Jesucristo es Dios;
- esta verdad se ilustra y se explica mediante la exposición de las enseñanzas de Nuestro Señor y algunos rasgos o episodios de su actividad evangelizadora en medio de los hombres;
- que “el Reino de los Cielos” anunciado en el AT, ha venido ya a la tierra y se hace visible en la vida de Jesus y también en la vida del pueblo mesiánico por El fundado y convocado, que es la Iglesia.


CONTENIDO.
1. Nacimiento e infancia de Jesus
2. Anuncio por parte de JB de la inminencia de la misión de Jesus.
3. Ministerio publico de Jesus en Galilea.
4. Llamamiento de los Doce Apóstoles, con lo que comienza la manifestación de su condición mesiánica y divina, por medio de enseñanzas y milagros.
5. Viajes de Jesus con sus discípulos por la tierra prometida, haciendo el bien, curando enfermos, enseñando la doctrina, cumpliendo lo que de El estaba profetizado en el AT.
6. Final de su ministerio publico en Judea y Jerusalén.
7. Historia de su Pasión y Muerte.
8. Resurrección gloriosa y apariciones.

CARACTERISTICAS.

A. El Evangelio de los discursos del Señor.

Contiene los cinco (5) extensos discursos del Señor. A través de ellos podemos percibir las palabras del Jesus y asistir a su predicación. Estos cinco discursos son los siguientes:
1. sermón de la montana (capítulos 5 al 7)
2. sermón de la misión (capitulo 10)
3. discurso de las parábolas (capitulo 13)
4. discurso eclesiástico (capitulo 18)
5. discurso escatológico (capítulos 24 y 25)
Hay otros discursos mas pequeños que van precedidos de otros pasajes en los que se expone mas directamente el desarrollo de la historia del evangelio.

B. El Evangelio del cumplimiento.

Si bien es cierto que los Evangelios fueron escritos para todos los hombres de todos los tiempos, lugares y condiciones, el primer Evangelio se escribió para los cristianos procedentes del judaísmo. San Mateo es cuidadoso en mostrar que en la Persona y en la obra de Cristo se cumple todo el AT: “Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio del profeta”. Por esta razón se conoce como el Evangelio del cumplimiento.

C. Jesus, el Mesías rechazado.

Todos los libros del NT enseñan de muchas formas que Jesus es el Mesías prometido, es decir, el Cristo, el Señor (el Kyrios), el Hijo de Dios. Junto con esta revelación acerca de Cristo, el NT revela también el misterio de Dios, Uno en esencia y Trino en Personas. Pero dentro de esa doctrina, el Evangelio de San Mateo explica como el comienzo de la predicación publica de Nuestro Señor es el resplandor de la luz mesiánica que había profetizada por Isaías. Del mismo modo, las curaciones de Jesus son presentadas como el cumplimiento de los oráculos de los Profetas.

D. El Evangelio del Reino.

San Mateo es el que mas habla del “Reino de los Cielos”. Era ciertamente la expresión habitual de Jesus, para no pronunciar por respeto el nombre de Dios. El Reino de Dios se instaura con la llegada de Cristo. En las parábolas Jesus explica las características del Reino.

E. La divinidad de Jesus.

La Divinidad de Jesucristo esta afirmada de diversas maneras en este primer Evangelio. Desde la concepción de Jesus por obra del Espíritu Santo (Mt 1) hasta la forma trinitaria del Bautismo al final (Mt 28),

F. El Evangelio “Eclesiástico”

Se llama así porque habla de la Iglesia, insinuada en las parábolas: por ejemplo, el de la tempestad calmada.
Ahora ... lee el Evangelio y
habla con tu Padre Dios
que te ama mucho

lunes, 24 de septiembre de 2007

13. Cuando nacio Jesus?

El monje Dionisio el Exiguo (+ 556) tuvo el acierto de poner el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo como centro de la Historia de la Humanidad: con los datos históricos de que disponía, lo situó en el a. 753 de la fundación de Roma y señalo el a. 754 como el primero de la era cristiana. Este cómputo, aunque retrasa en algunos anos el magno acontecimiento, es el que sigue estando en vigor.

Sabemos por los Evangelios que Jesus nació en Belén “en tiempos del rey Herodes” (Mt 2, 1). Conocemos por los datos que da el historiador Favio Josefo que Herodes murió el a. 750 de la fundación de Roma. Por tanto, hay que adelantar el nacimiento de Cristo al menos cuatro (4) anos respecto de la fecha que determino Dionisio el Exiguo.
Para determinar ese tiempo hay que tener en cuenta que Herodes se ausento de Jerusalén a causa de la enfermedad que le llevaría a la muerte, ausencia que debió durar cerca de seis meses, y que durante la visita de los reyes magos a Herodes, este estaba aun en la Ciudad Santa. Por tanto, el nacimiento de Jesus ocurría al menos 6 meses antes de la muerte de Herodes.

Pero además, hay que tener en cuenta la edad que tendría el niño Jesus cuando Herodes, todavía en Jerusalén, ordeno la matanza de los niños inocentes. Suponiendo que la orden de matar a los niños aseguraba a Herodes que Jesus quedaba incluido en ella, el niño Jesus tendría que tener menos de 2 anos. Por tanto, hay que adelantar la fecha del nacimiento de Jesus sobre la que le asigno el monje Dionisio.

En resumen, Jesus nació probablemente el a. 748 y 746 de la fundación de Roma (6 y 8 respectivamente antes de la era cristiana).

12. Cual es el contenido de los Evangelios?

En uno de sus discursos San Pedro expone así la vida de Nuestro Señor:

“Vosotros sabéis lo ocurrido por toda Judea, comenzando por Galilea, pues del bautismo que predico Juan: como a Jesus de Nazaret le ungió Dios con Espíritu Santo y poder, y como paso haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; de cómo le dieron muerte colgándole de un madero. Pero Dios le resucito al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con El después que resucito de entre los muertos; y nos mando predicar al pueblo y atestiguar que este es quien a sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Acerca de El atestiguan todos los profetas que todo el que cree en El recibe por su nombre el perdón de los pecados” (Hch 10, 37-43).

Los Evangelios narran la vida de Cristo siguiendo este esquema del discurso de San Pedro.
a) San Juan comienza remontándose hasta la eternidad del Verbo en el seno del Padre, y exponiendo la Encarnación del Hijo de Dios y su vida entre los hombres (cf. Jn 1, 1.14).
b) San Mateo y San Lucas inician la narración evangélica con los relatos sobre el nacimiento, la infancia y la vida oculta de Jesus (cf. Mt 1-2; Lc 1-2).
c) San Marcos da comienzo directamente a su evangelio con el anuncio de San Juan Bautista acerca de la necesidad de la penitencia para recibir al Mesías.

A continuación los cuatro (4) Evangelios pasan a exponer la preparación inmediata de Cristo para su ministerio público:
· bautismo de Jesus en el Jordán con una clara revelación de la Santísima Trinidad;
· testimonio de Juan Bautista de que Jesus es el Cristo;
· el ayuno de Jesus y las tentaciones en el desierto durante 40 días.

Los Evangelios, al narrar estos acontecimientos, nos enseñan la incomparable superioridad de Cristo sobre Juan Bautista y todos los Profetas del AT –Jesus es el Hijo de Dios-, así como el carácter divino de su misión –Jesus viene a instaurar el Reino de Dios-.

La parte mas amplia de los Evangelios esta dedicada a mostrarnos como Jesus paso haciendo el bien: curaba a los enfermos y liberaba a los poseídos por el diablo “porque Dios estaba con El” (Hch 10, 38); predicaba y hacia milagros con el poder divino.

Por contraste, iba creciendo el odio de las autoridades judías contra El, que terminaría en su Pasión y Muerte. Esta sección de los Evangelios habla de la “vida publica del Señor”.
“Cristo instauro el Reino de Dios en la tierra y manifestó a su Padre y se manifestó a Si mismo con obras y palabras” (Dei Verbum, n. 17).

Los evangelistas relatan la constante predicación de Jesus, de la que podemos destacar los siguientes aspectos:
- el comportamiento que han de tener los discípulos (cf. sermón del Monte: Mt 5);
- las cualidades del Reino de los Cielos que El viene a establecer (cf. parábolas del Reino: Mt 13);
- el verdadero alimento del alma en el nuevo Reino (cf. Jn 6) ; etc.

El Señor va corroborando su enseñanza y mostrando que sus palabras son verdaderas con muchos milagros, entre los que sobresalen los siguientes:
· La conversión del agua en vino en las bodas de Cana (Jn 2);
· la resurrección del hijo de la viuda de Caín (Lc 7);
· la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5);
· la curación de endemoniados (Mc 5);
· la curación de leprosos (Mc 8);
· la curación de muchos enfermos (Mc 1);
· la multiplicación de los panes y de los peces (Mc 6); etc.

Además de la predicación constante y de la realización de muchos milagros, los Evangelios narran en esta etapa la elección de los Apóstoles (Mc 3, 13-19). Ellos serán los testigos directos de los milagros y a ellos explicara el Señor su doctrina con más detenimiento, hasta que con la gracia de Dios, puedan reconocerle como el Mesías, el Hijo de Dios, momento que marca un hito en el conjunto de la narración evangélica.

A partir de aquí los Evangelios se centran en el camino que Jesucristo recorre hasta su Muerte y Resurrección en Jerusalén. En esta parte de la vida de Jesus contemplamos como se va intensificando el odio de las autoridades judías hacia Jesus hasta decidir matarlo; esto forma parte de los misteriosos planes de Dios, y Jesus profetiza hasta tres veces los acontecimientos finales de su vida. Al mismo tiempo manifiesta más claramente a los discípulos su divinidad (Jn 12, 28-30).

De la actividad de Jesus en Judea inmediatamente antes de la entrada triunfal en Jerusalén sobresalen, entre otras cosas, los milagros de la resurrección de Lázaro (Jn 11) y la resurrección del ciego Bartimeo (Mc 10, 46-52). Con la narración de los últimos días del ministerio en Jerusalén finaliza en los Evangelios la vida pública de Jesucristo. Los evangelistas nos han transmitido las palabras y los hechos mas significativos de la vida del Señor y la explicación del porque de su muerte en la cruz y de su triunfo glorioso, que constituyen el mensaje esencial del Evangelio predicado.

Los relatos de la Pasión del Señor refieren la realidad de su Muerte y concluye con el testimonio de los discípulos de haber visto al Señor resucitado, haber comido con El, haber escuchado sus palabras y haber tocado su cuerpo glorioso. Cristo, antes de su Ascensión a los cielos, envía a los Apóstoles a predicar el Evangelio (= Kerigma) y a bautizar a todas las gentes para la remisión de los pecados (cf. Mt 28, 18-20; Mc 16, 15; Lc 24, 47; Jn 20, 21-23).

Los Evangelios son el testimonio divino y perenne de todo esto. Se escribieron con el fin de contribuir al cumplimiento del mandato de Cristo de que la Buena Noticia llegara a todos los hombres y mujeres. Juan lo dice expresamente al final de su Evangelio: “Muchos otros milagros hizo también Jesus en presencia de sus discípulos que no han sido escritos en este libro. Estos, sin embargo, han sido escritos para que creáis que Jesus es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20, 30-31). Con los escritos evangélicos Dios ha querido que conozcamos la solidez de la doctrina que hemos creído. Con esa intención nos narran la verdad sincera acerca de Cristo, de sus palabras y de sus hechos.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Carta de Jesus a sus amigos

Queridos amigos:
Como ustedes saben, yo pedía muy pocas cosas en mi vida. Pedí una posada, antes de nacer, pensando sobre todo en mi madre. Pedí a Zaqueo que me alojara en su casa, y a otro buen amigo el salón para celebrar la Pascua. Pedí un par de veces agua para beber. ¡Ah!, y también pedí un burrito para hacer mi entrada triunfal en Jerusalén.

No me interesaban las cosas. Me interesaban las personas. Me interesaba, sobre todo, la amistad. No me cansaba de pedir amigos: amigos que me siguieran, que se unieran a mi causa, que compartieran mi ideal, que estuvieran conmigo, que continuaran mi tarea.

Hoy no les voy a pedir ayuda material, aunque también la necesito para mis pobres. Tampoco les voy a pedir que dejen a sus familiares y sus estudios, aunque a alguno se lo seguiré pidiendo. Mi petición va dirigida a todos y cada uno.

Deseo seguir "haciendo el bien", pues veo a tanta gente triste y necesitada. Me muero de pena al ver que muchos niños no sonríen y mueren prematuramente. No puedo soportar la imagen del joven que camina a la deriva, sin sentido, sin fe, que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en el infierno del vacío y de la desesperación. Me entristece la estampa del viejo, al que nadie quiere y parece estorbar en todas las partes. Cada matrimonio que se rompe es una cuchillada a mi corazón. No digamos otro tipo de violencias y de guerras. Me opongo al hecho que unos se aprovechen de los otros, que siga habiendo personas y pueblos sin libertad y sin dignidad.

Lo que les pido es que me presten sus manos para que con ellas yo pueda seguir curando, bendiciendo y acariciando. Les pido que me presten sus pies para que pueda seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás de los que se descarrían. Les pido sus labios, para expresar ternura a tantos niños y a tantos hambrientos de amor. Les pido su lengua, para seguir dando buenas noticias a los pobres y denunciar a los hipócritas y opresores. Les pido tus ojos, para mirar con misericordia y cariño a toda la gente.

Les pido su rostro, para sonreír a cada uno, para sonreír a pesar de todo, para iluminar todas las situaciones con mirada de gracia, de paz y de alegría. Les pido en fin, su corazón, para que yo pueda seguir amando a mi manera.

Si me entregan sus bienes, no hace falta que se desprendan de ellos. Utilicenlos como si fuesen míos, como si ahora yo se los prestara. Hagan ustedes con ellos lo que estoy deseando hacer yo.

Sonrían aunque no tengas ganas de hacerlo, pero sabiendo que yo lo quiero. Compartan, aunque les cueste, pero piensen que yo lo haría.

Les infundiré mi Espíritu, para que yo pueda actuar desde cada uno de ustedes. Les enseñaré el modo y la manera, les daré la fuerza y la capacidad. Yo me prolongaré en ustedes. Serán mi instrumento. Ustedes y yo seremos palabra de amor, de verdad y vida para el hermano necesitado de ayuda.

Lo pido por el amor del Padre, por el dolor de los inocentes, por todo lo que más quieran.
En espera de su respuesta, les mando un abrazo de amistad.

Jesus

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Carta de la Madre Teresa a los jovenes

Queridos jóvenes:

El mal más grande de nuestros días es la falta de amor y de caridad, la terrible indiferencia hacia los hermanos y hermanas (hijos de Dios, Nuestro Padre Celestial) que viven marginados, presos de la explotación, de la corrupción, de la pobreza y de la enfermedad.

Hemos sido creados por la mano de un Dios que es Amor infinito, para amarlo y ser amados por Él. Dios se hace uno de nosotros (nuestro hermano Jesús) para ayudarnos a comprender qué es el amor y para enseñarnos a amar.

El servicio más grande que pueden hacer a alguien es conducirlo para que conozca a Jesús, para que lo escuche y lo siga; porque sólo Jesús puede satisfacer la sed de felicidad del corazón humano, para la que hemos sido creados.

La vida es un don maravilloso de Dios y ayudar a los pobres, material y espiritualmente, más que un deber es un privilegio; porque Jesús, Dios hecho hombre, nos ha asegurado: "Cuanto hagáis a uno de estos pequeños hermanos míos, me lo hacéis a mí". Cuando ayudamos a otra persona, nuestra recompensa es la paz y el gozo, porque hemos dado un sentido a nuestra vida y ya no estamos aislados.

No dejen que falsas metas de la vida (dinero, poder, placer, estudio) los conviertan en esclavos y los hagan perder el auténtico sentido de la vida. Aprendan a amar tratando de conocer cada vez más profundamente a Jesús; crean firmemente en Él; escuchenlo en la oración intensa y en la mediación de sus palabras o gestos, que revelan perfectamente el amor; y entren en la corriente del amor divino que hace partícipes a los otros del mismo amor.

Sólo en el cielo veremos cuán grande es nuestra deuda hacia los pobres por habernos ayudado a amar mejor a Dios.
Recuerden que… El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
Madre Teresa de Calcuta

11. Que son los Evangelios?


El momento culminante de la Revelación divina a la humanidad ha sido el de la Encarnación del Hijo de Dios.

El Concilio Vaticano II, en la Constit. DV. n. 4 enseña que Jesucristo “lleva toda la Revelación a su plenitud con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, y, sobre todo, con su Muerte y Resurrección y con el envío del Espíritu de la Verdad... Con ello Cristo realiza la obra de salvación que el Padre le encomendó”.

El relato de la obra salvifica del Señor, ensenada de viva voz por los Apóstoles y entregada con continuo en la Sagrada Tradición de la Iglesia, ha quedado consignada por escrito, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, en los libros del Nuevo Testamento en los que la palabra de Dios alcanza su culmen.

El NT se abre con cuatro (4) libros que llevan el titulo de “Evangelio”; igualmente inspirados que los restantes libros de la Sagrada Escritura, son los mas excelentes de todos ellos, porque constituyen el principal testimonio de la vida y de la doctrina de Jesucristo. Hacia el a. 150, San Justino llama a los Evangelios “recuerdos de los Apóstoles”.

La palabra “evangelio”, de origen griego (euangelion), significa originariamente “buena noticia”.
También se empleaba en la antigüedad griega para indicar la recompensa que se daba al portador de una buena noticia. También se aplicaba para hablar del sacrificio de acción de gracias que por la buena noticia se ofrecía a los dioses.

Los romanos llamaron “evangelios” al conjunto de los beneficios que el emperador Augusto había traído a la humanidad. Entre los judíos el verbo “evangelizar” = “anunciar el evangelio”, alcanza un particular relieve cuando se emplea para hablar de los tiempos mesiánicos, en los que Dios salvara al pueblo, como dice el Profeta Isaías: “Que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona la salvación” (Isaías 52, 7).

Cuando Nuestro Señor, desde el principio de su ministerio publico, invita a creer en el Evangelio, se refiere a la buena noticia del advenimiento del Reino de Dios que El anuncia y que llega con El: “El tiempo se ha cumplido y esta cerca el Reino de Dios; haced penitencia y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Esa buena noticia de la salvación ha de ser proclamada en todo el mundo, y para ello envía el Señor a los Apóstoles (cf. Mc 13,10).

La predicación de los Doce Apóstoles acerca de Jesucristo y de su obra redentora se llama también “el evangelio”, que en la predicación apostólica versa sobre las palabras y las acciones de Jesus; pero sobre todo proclama que Cristo, con su Muerte y Resurrección, nos ha redimido de nuestros pecados, realizando las promesas salvadoras que Dios hizo en el AT. Así, el Evangelio que los Apóstoles proclaman es el anuncio de la buena noticia, que es el mismo Jesucristo.

En resumen, la palabra “evangelio” la usaron los cristianos, en primer lugar, para designar el anuncio gozoso de la Salvación realizada por Cristo. Cuando mas tarde este anuncio fue escrito, se aplico la palabra a los mismos libros que contenían el “evangelio” predicado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

10. Contenido doctrinal del Nuevo Testamento


El NT proclama la gracia y la exigencia de Dios, Padre Todopoderoso, tan lleno de amor por sus hijos, que ha enviado a su Hijo Unigénito al mundo para salvarnos –como rezamos en el Credo de la Misa). El NT nos revela el insondable misterio de Dios Uno y Trino, misterio insinuado mas no revelado claramente en el AT.

En Jesucristo, el Hijo de Dios, vemos al Padre. Dice Jesus “Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo” (Mt 11, 27) y cuando el Apóstol Felipe le pide que les muestre al Padre, Jesus le responde: “El que me ha visto a mi ha visto al Padre” (Jn 14, 8-9).

La doctrina de Jesus no es solo suya, sino del Padre que le envió. Dice Jesus “El que no me ama, no guardara mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me envió” (Jn 14, 24).

Jesucristo ha venido para llevar a cabo el mandato de su Padre. Dice El “Porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquel que me ha enviado” (Jn 6, 38). Esta voluntad divina consiste en conducir a la humanidad hasta la filiación divina y la gloria de Dios, como dice San Pedro: “Nos ha hecho merced de los preciosos y mas grandes bienes prometidos, para que por estos llegues a ser participes de la naturaleza divina” (2 Pe 1, 4).

Jesus es el Salvador: en El se ha revelado la entrañable benevolencia divina hacia nosotros. Jesus es el Cristo (=Mesías), el Señor, el Hijo de Dios. Por tanto, Jesucristo no solo ofrece al hombre el cumplimiento de los mas profundos anhelos de la humanidad, sino que es portador de algo que los supera por completo: la gracia sobrenatural que nos hace hijos adoptivos de Dios.

Todos los libros del NT constituyen, junto con los libros del AT, un plan unitario, una unidad fundamental expuesta de una manera rica y variada, como lo leemos en la carta a los hebreos: “En diversos momentos y de muchos modos hablo Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha habado por medio de su Hijo…” (Hb 1,1-3). Por esta razón, el AT da testimonio de Cristo anunciando su venida: tanto los libros históricos, como los proféticos y sapienciales son una profecía de Cristo.

Los Evangelios refieren la admirable vida de Jesus, sus acciones y palabras, su Muerte redentora y su Resurrección gloriosa. Por Cristo hemos sido liberados del pecado, de la muerte y del poder del demonio, para vivir en la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

El libro de los Hechos de los Apóstoles relata la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés; bajo su acción asistimos a la primera expansión de la Iglesia entre judíos y gentiles.

Las cartas de los Apóstoles nos enseñan como hemos de vivir la fe cristiana en las circunstancias de nuestra vida.

Finalmente, el Apocalipsis nos consuela en las tribulaciones, y mantiene viva la fortaleza y la esperanza en la victoria final; a este aspecto se une su carácter profético acerca de la segunda venida de Cristo.

El Reino de Dios, que Jesucristo ha iniciado en la tierra, no llegara a su plenitud sino cuando, al final del mundo presente, vuelva Cristo glorioso, para juzgar a vivos y muertos y hacer entrega al Padre del Reino eterno. Mientras tanto “de sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria, contemplando claramente a Dios mismo, tal como es”. Lo que el Señor nos promete en las Bienaventuranzas llena la vida del cristiano: este será plenamente feliz en el cielo. Pero ya en la tierra, tanto en medio de la aflicción y del dolor como en la alegría y la prosperidad, en la honra como en la deshonra, en la escasez como en la abundancia, en la salud. En la enfermedad, en toda circunstancia, el cristiano se sabe hijo de Dios, redimido por la muerte del Señor y destinado a una vida eterna con Cristo en Dios. Sostenido por tal esperanza, puede llevar, con la dignidad excelsa y humilde de los hijos de Dios, las tribulaciones de esta vida, que nos identifican con nuestro Salvador.

9. El Nuevo Testamento


Nuevo Testamento (NT) indica la nueva y definitiva etapa de la Historia Sagrada establecida por Jesucristo, que sustituye y lleva a su plenitud la Revelación y las realidades del Antiguo Testamento (AT). Los escritores cristianos han empleado ambas expresiones desde el siglo I.

La promesa de salvación, hecha por Dios en el paraíso terrenal después del pecado original (cf. Gn 3, 15), fue ratificada con una alianza a Abrahán (cf. Gn 17) y renovada a Isaac y a Jacob (cf. Gn 26 y 28). Mas tarde, por medio de Moisés, fue sellada con el sacrificio de unas victimas (cf. Ex 24, 1-11).

En el NT, Dios cumple la promesa al establecer Jesucristo, con su muerte en la Cruz, la Nueva y Eterna Alianza. La expresión “Nuevo Testamento” esta tomada de las mismas palabras de Jesus pronunciadas en la institución del Sacrificio Eucarístico (cf.1 Cor 11, 25). El Sacrificio que cristo ofrece en la Cruz constituye la Nueva y definitiva Alianza, llamada también Nuevo Pacto o Nuevo Testamento.

Desde el siglo II se entiende por “Nuevo Testamento” la colección de libros inspirados por Dios, que contienen la Revelación plena y definitiva de Nuestro Señor Jesucristo.

El NT se compone de 27 libros, todos ellos escritos en la segunda mitad del siglo I. Normalmente se dividen en 3 grupos: 1) Históricos: Evangelios y Hechos de los Apóstoles; 2) Didácticos:14 Cartas paulinas y 7 Cartas católicas; 3) Proféticos: Apocalipsis.

Muy pronto estos escritos, tal como hoy los poseemos, fueron recibidos por la Iglesia como los nuevos libros sagrados, uniéndolos a los del AT, que había recibido también como un don de Dios. Ambas colecciones de libros componen la Biblia.

De manera semejante a como Jesucristo cumplió las promesas de Dios hechas por medio de los Patriarcas y Profetas de la Antigua Alianza, en los libros del NT queda consignado por escrito el cumplimiento de esas promesas. Por esta razón, el AT puede llamarse promesa o profecía del NT, y el NT cumplimiento del AT.

El NT debe ser leído con el respeto y veneración que exigen su origen divino y su finalidad de salvación. Como dice el Concilio (DV.17): “La palabra divina, que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del NT. Pues al llegar la plenitud de los tiempos, el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauro el Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Si mismo con obras y palabras, y llevo a termino su obra con su Muerte, Resurrección y gloriosa Ascensión, y con la misión del Espíritu Santo.

Levantado de la tierra, atrae a todos a Si mismo. El es el único que tiene palabras de vida eterna. Pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesucristo y congregaran la Iglesia. De todas estas cosas los escritos del NT son el testimonio perenne y divino”.

El NT contiene la Buena Nueva, es decir, el Evangelio de Jesucristo: el que predico el mismo Señor, y el que por mandato suyo predicaron los Apóstoles. Dios quiso que fueran escritos los libros del NT para que, predicados y comentados auténticamente por la Iglesia, los hombres y mujeres puedan disponer de este medio excelente de conocer a Jesucristo, Camino para la humanidad, Verdad para nuestras inteligencias y Vida de nuestras almas.

jueves, 6 de septiembre de 2007

martes, 4 de septiembre de 2007

8. Lectura cristiana de la Biblia

San Juan Crisóstomo llama a las Sagradas Escrituras “cartas enviadas por Dios a los hombres”.

1. Siendo así lo primero que hemos de hacer al leer la Sagrada Escritura es fomentar en nosotros un afán y una ilusión por conocer y meditar el contenido de esas cartas divinas. El Concilio Vaticano II recomienda insistentemente a todos los fieles la lectura asidua de la Sagrada Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo, pues –como decía San Jerónimo- desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo. Acudan con gusto al texto mismo: en la liturgia, tan llena de las palabras divinas; en la lectura espiritual (…). Recuerden que a la lectura de la Biblia debe acompañar la oración para que se realice el dialogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos las divinas Escrituras” (Dei Verbum, n. 25).
Decía San Pío X “La lectura de la Biblia no es necesaria a todos los cristianos, porque ya están ensenados por la Iglesia, pero es muy útil y se recomienda a todos”.

2. Para hacer una lectura provechosa hemos de partir necesariamente de la obediencia a la fe de la Iglesia de Jesucristo; fe, concretamente, en todo lo que la Iglesia profesa y enseña sobre el Canon de los Libros Sagrados, sobre su inspiración divina, sobre su veracidad, sobre su historicidad, sobre su autenticidad. Fe, en definitiva, en que Dios es el autor principal de la Biblia y en que estos contienen la verdad salvadora, sin ningún error.

3. También es necesaria piedad y santidad de vida para poder entender la Sagrada Escritura. Para el crecimiento de la inteligencia de la Palabra de Dios escrita, debemos disponernos por la oración a recibir las luces que nos vienen gratuitamente del Espíritu Santo. Quien lee, medita o estudia la Biblia debe buscar en la oración asidua, en el trato con Dios, la comprensión de esa palabra santa.

4. Se necesita igualmente la virtud de la humildad, que nos haga niños delante de nuestro Padre Dios. Solo así se cumplirán en nosotros las palabras de Cristo “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños” (Mt 11, 25).

La humildad y piedad se manifestaran:
- en no permitir ni admitir opiniones que estén al margen de lo que el Magisterio y la Tradición de la Iglesia han ensenado constantemente;
- en la firma convicción de que nunca se llegara a demostrar de modo exclusivamente racional verdades de orden sobrenatural y, por tanto, de que no se conquista, sino que se acepta gozosamente todo lo que Dios ha revelado, tal y como el Magisterio de la Iglesia lo propone.

Ante la grandeza de los misterios divinos el cristiano debe sentir la humilde alegría de que su inteligencia no puede abarcarlos. ¿Cómo puedo yo, que soy un ser finito y pequeño, comprender la grandeza de Dios? Decía San Agustín: “La Escritura divina es como un campo en el que se va a levantar un edificio. No hay que ser perezosos, ni contentarse con edificar sobre la superficie; hay que cavar hasta llegar a la roca viva: esta roca es Cristo (1 Cor 10, 4)”.

jueves, 30 de agosto de 2007

7. Interpretacion de la Biblia

El sentido autentico de las Sagradas Escrituras solo podemos conocerlo por la Iglesia, porque solo la Iglesia, no puede errar en su interpretación. Ya de la definición de la Sagrada Escritura ensenada por el Concilio Vaticano I, se desprende esta condición esencial de la interpretación de la Biblia, a saber, que únicamente la Iglesia, mediante su Magisterio, es el interprete autentico de la Sagrada Escritura. Por ello la Biblia no puede ser plenamente entendida por quien no tenga la fe cristiana. Ocurre ante la Biblia como ante la figura de Jesucristo: quien no tenga la fe, solo podrá ver en Jesus a un hombre interesante, extraordinario y singular. Pero con ello queda muy lejos de la verdad, ya que no entenderá a Jesucristo quien no crea que es el Hijo de Dios Encarnado, la segunda Persona de de la Santísima Trinidad, el único Salvador y Redentor de la Humanidad.

La Biblia, en su sentido profundo, no puede ser entendida por quien no crea en su divina inspiración en que tiene a Dios por autor principal. Este hecho es norma indispensable para una recta interpretación de la Biblia, no pudiendo ser sustituida por ninguna técnica humana: literaria, histórica, filosófica, etc. En cuanto que es un libro humano de notable antigüedad, se han de tener en cuenta las circunstancias históricas, el género literario, etc. como ocurre con cualquier documento antiguo.

El Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 101-114) nos enseña los tres (3) criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró:
1. Prestar una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura". En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24, 25-27. 44-46). El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la sagrada Escritura que hace conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser interpretadas las profecías.

2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia". Según un adagio de los Padres, "La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos". En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura.

3. Estar atento "a la analogía de la fe" (cf. Rom 12,6). Por "analogía de la fe" entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

6. Conservacion de los Libros Sagrados

Después de preguntarnos ¿Qué es la Biblia? y ¿Cuáles son los libros que integran la Biblia? nos debemos preguntar ¿Qué relación tienen los libros de la Biblia que hoy leemos con los originales que salieron de las manos de los autores sagrados? ¿Se conservan y reproducen el texto original inspirado?

Hay que advertir que la Iglesia no conserva ningún manuscrito salido de las manos de su autor, sino copias directas o indirectas del original. Esta circunstancia es idéntica a la que se produce con los monumentos literarios de la antigüedad.

Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos originalmente en hebreo, a excepción del libro de la Sabiduría y del segundo libro de los Macabeos, que fueron escritos en griego; también algunos fragmentos de otros libros fueron escritos por sus autores en griego o arameo. El Nuevo Testamento, en cambio, fue escrito originariamente en griego, a excepción de la primera redacción del Evangelio de San Mateo, que fue en arameo.

Igualmente, por lo que se refiere a las fechas de composición, el Antiguo Testamento comienza a ser escrito posiblemente a fines del siglo XIII a.C y termina a principios del siglo I a.C.: un largo periodo de 12 siglos. El Nuevo Testamento, en cambio, fue redactado en el breve tiempo de unos 50 anos, aproximadamente desde el 50 al 100 d.C.
Pues bien, la Biblia, y de modo especial el Nuevo Testamento, es sin comparación posible con cualquier otra pieza literaria de la antigüedad, el mejor y el mas abundantemente documentado: como dato elocuente de contraste entre la Biblia y cualquier otra literatura, se puede citar el hecho de que las obras literarias cumbres de la antigüedad, como la Iliada y la Odisea de Homero y algunas obras de Platón y Aristóteles, que son de las que mas manuscritos poseemos, en ningún caso llegan al millar de copias; es mas, solo se conservan unas pocas decenas, y en su mayor parte, de época muy tardía (entre siglos X y XV). En cambio, de la Biblia se conservan unos 6.000 manuscritos en las lenguas originales (hebreo y griego) y unos 40.000 manuscritos en antiquísimas versiones (copto, latín, armenio, arameo, etc).

Por esto, la Biblia, además de su autoridad divina, goza también de una verificabilidad histórico-critica incomparablemente superior a cualquier obra literaria antigua.

miércoles, 29 de agosto de 2007

5. Los libros que integran la Biblia

Puesto que la inspiración divina de la Biblia es una gracia sobrenatural, solo Dios puede revelar cuales son los libros inspirados por El. La lista de los libros inspirados constituye el “Canon Bíblico”.

La realidad revelada del Canon Bíblico esta en la fe de la Iglesia desde sus orígenes. Los testimonios documentales mas importantes que se conservan de esta fe son los decretos de los Concilios de Cartago (alrededor del a. 400) y algunos otros documentos del Magisterio ordinario de la Iglesia desde el siglo V. El Concilio Florentino (a. 1441) recogió esta Tradición de la Iglesia. Esta verdad de fe fue definida solemnemente por el Concilio de Trento (a. 1546). El Concilio Vaticano I (a. 1870) reitero de modo solemne la definición del Concilio Tridentino, que a su vez ha asumido el Concilio Vaticano II (cf. DV,11).

El concepto de “canonicidad” supone el de “inspiración”. Un libro es canónico cuando habiendo sido escrito bajo la inspiración divina es reconocido y propuesto como tal r la Iglesia. La Iglesia no define como canónico ningún libro que no sea inspirado. El criterio que ha servido al Magisterio de la Iglesia para la definición de cuales son en concreto los libros inspirados y canonicos es la Sagrada Tradición, que arranca de Jesus y los Apostoles, interpretada con la asistencia del Espiritu Santo.

El Antiguo Testamento se compone, según el Canon Biblico, de 39 libros (para los judíos y protestantes), 46 libros (para los católicos, 47 si se toma el libro de Jeremías como libro aparte del libro de Baruc), 49 (para la Iglesia Ortodoxa, 50 si se toma aparte la Carta de Jeremías) y otras cantidades para otras creencias.
El Nuevo Testamento, que no se encuentra en los escritos judíos, se compone de 27 libros para todos los demás.
Así, el total de libros de la Biblia es de 66, 73 (o 74) o 76 (o 77) según el canon. Los 7 libros que no se encuentran en los escritos judíos pero sí en la Biblia católica se conocen como
deuterocanónios (o apócrifos para los protestantes). Los 3 libros que además se encuentran en la Biblia ortodoxa también se les suele denominar como deuterocanónicos por algunos o apócrifos por otros.

martes, 28 de agosto de 2007

4. El mensaje de la Biblia

La Biblia no nos habla de Dios a la manera de los otros libros, sino que en ella Dios nos habla de si mismo. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son Palabra de Dios, Palabra viva y vivificante.

La Biblia contiene lo más importante de la historia humana en orden a nuestra salvación; a través de esa historia, como motor interno que la impulsa, hay otra realidad histórica: los impulsos, las fuerzas y sentimientos que Dios ha ido poniendo en los protagonistas de esa historia o en los autores sagrados que pusieron por escrito tales acontecimientos. Hay, pues, en el interior de esa historia humana como otra historia que hace Dios a través de nosotros, en favor nuestro y con nuestra colaboración. Fundamentalmente la Biblia es Historia de la Salvación. En medio de ella se alza la clave para entender esa historia: la Muerte y Resurrección de Jesus. Así salva Dios a la humanidad de la esclavitud del pecado, de la muerte y del demonio. Jesucristo es el centro de la Biblia.

La historia bíblica tiene un comienzo y un final. Ese comienzo es la creación del hombre y su inmediata elevación a un estado de justicia y santidad, de gracia, de felicidad, dramáticamente perdido. El final es la visión del Cielo, bajo la imagen de la Jerusalén celestial, la futura Ciudad Santa de Dios. Esta historia bíblica se desarrolla a través del tiempo y del espacio. Podemos reconocer en ella unas edades en las que se divide a grandes rasgos:


1. Después del paraíso perdido corrieron lentamente los tiempos. Dios -una vez cometido el pecado original- promete el futuro Salvador, que nacería de la estirpe de la Mujer (cf. Gn 3, 15).
Transcurrieron luego los siglos en los que Dios no abandono del todo a la humanidad. Así manifestó su misericordia con los antiguos patriarcas, como Henoc y sobre todo Noe, con quien entro en especiales relaciones de alianza.
Durante este periodo Dios tiene paciencia, tolera que la humanidad experimente en si misma las tristes consecuencias del pecado y de la ignorancia sobre el verdadero Dios.

2. Llegado un determinado momento, Dios interviene de modo mas decisivo en la historia humana: es la vocación de Abrahán seguida de la promesa “En ti (en tu descendencia) serán benditas todas las tribus de la tierra” (Gn 12, 3). Este es “el tiempo de la promesa” como dice San Esteban en su discurso (Hch 7, 17). Desde entonces la humanidad anda dividida:
- de un lado el pueblo que nace de Abrahan;
- de otro, el gran resto de la humanidad, los gentiles.
La vida humana, fuera del pueblo elegido, se regia por los principios esculpidos por Dios en la conciencia; esos hombres podían salvarse mediante el cumplimiento de la ley natural, ya que Dios no niega la gracia a quien hace lo que esta de su parte. Pero los hombres, en gran proporción, ahogaron la voz de la conciencia y permanecieron en el pecado (cf. Rom 1, 18-32).

3. Una nueva intervención de Dios inicia el tiempo de la Ley. Dios elige esta vez a Moisés, revelándole su propia intimidad en el episodio de la zarza ardiendo (cf. Ex 3, 14-17) y estableciendo un pacto, la Alianza del Sinai (cf. Ex 19, 24), en la que Dios da a los hebreos la Ley, que habrían de cumplir para mostrar su fidelidad a la Alianza. Dios constituye así a los clanes hebreos en el pueblo de Dios. Desde el siglo XIII a.C. hasta Jesucristo, la historia bíblica no es otra que la historia de la Antigua Alianza.

La Alianza junto con la Ley dada por medio de Moisés, punto de arranque del pueblo elegido, serán el centro de resurgimiento hacia el cual Israel deberá tornar una y otra vez a su vocación de Pueblo de Dios. En momentos graves o especialmente solemnes, se renovara la antigua Alianza. Discurrirán épocas diversas:

- la de la conquista de Canaan bajo el liderazgo de Josué (fines del siglo XIII a.C);

- el periodo de las tribus dispersas, agrupadas parcial y ocasionalmente por los Jueces (siglo XII y XI a.C);

- los grandes siglos de la monarquía hebrea, en los que los Profetas ejercitaran un trascendental ministerio religioso y volverán a exhortar al pueblo y a sus dirigentes para que vuelvan al espíritu autentico de la Alianza y de la Ley (siglos XI-VI a.C);

- la gran crisis nacional y religiosa del exilio de Babilonia (siglo VI a.C), terrible prueba de la que el alma israelita se rehace gracias a los Profetas y a algunos dirigentes de profunda religiosidad como Esdras y Nehemias;

- el largo periodo posterior al exilio (siglo V al I a.C), no exento de peligros como la helenización forzada a la que quisieron someter los monarcas seleucidas de Siria a los judíos, y contra la que estos se sublevaron bajo el liderazgo de los Macabeos (siglo II a.C).


Durante estos siglos se fue construyendo a la vez la Religión y la Historia de Israel. A impulsos del Espíritu divino, los Jueces, los Reyes y los caudillos defendieron la independencia nacional, condición necesaria para conservar la pureza monoteísta de la religión revelada del A.T.

A impulsos del Espíritu de Dios los Profetas fueron enseñando las verdades de la Revelación:

- unos acentuaron la responsabilidad moral y social del Pueblo de Dios (v.gr. Amos);

- otros acentuaron el infinito y entrañable amor de Dios por su pueblo (v.gr. Oseas);

- otros insistieron en la inefable trascendencia de la majestad divina (v. gr. Isaías);

- otros insistieron en la necesidad de la confianza sin limites en Dios (v. gr. Jeremias);

- otros acentuaron la responsabilidad individual frente al anonimato de la colectividad (v. gr. Ezequiel); etc.

Mientras tanto un río conductor de la esperanza se fue haciendo haciendo cada vez mas caudaloso, formando el cauce de la predicación profética: El mesianismo del A.T., que tendrá su cumplimiento en la Persona y en la obra de Jesucristo, el Mesías. Al mismo tiempo y sobre todo en los últimos siglos de la historia del AT., se ha ido desarrollando la sabiduría hebrea: espíritus selectos, escogidos por Dios, formados en la meditación de la Ley y en las enseñanzas de los Profetas, y cultivados en la reflexión profunda sobre la vida, irán labrando, bajo la inspiración del Espíritu Santo, la llamada literatura sapiencial del AT., que completara la Revelación, preparando a los hombres para la venida del Mesías Salvador en la “plenitud de los tiempos” (cf. Gal 4, 4).


4. La “plenitud de los tiempos”: la Encarnación del Verbo de Dios, Jesucristo. Por su vida sobre la tierra, por su sacrificio en la Cruz seguido de su Resurrección gloriosa, Cristo alcanza la victoria sobre los poderes y fuerzas que esclavizan a la humanidad. Jesus trae como una nueva y definitiva creación, aunque muy distinta de la primera. El es el nuevo Adán –según la imagen de San Pablo – primogénito de toda la creación renovada: El es la Cabeza del nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, no asentado sobre la “carne y la sangre”, sino sobre el espíritu y la caridad, sobre la Nueva Alianza en la propia Sangre de Jesus. Por su Resurrección y Ascensión al cielo, la Humanidad de Jesus, unida a su Divinidad en la misma y única Persona del Verbo (=unión hipostática), recibe del Padre el señorío sobre toda la creación –visible e invisible, terrestre y celestial-: en El han comenzado los últimos tiempos de la historia.

3. La Divina Inspiracion de la Biblia


¿Cómo actúa la acción divina de la inspiración sobre los autores humanos de los Libros Sagrados?

La inspiración divina ilustra su inteligencia para que puedan concebir con rectitud todo aquello y solo aquello que Dios quiera que escriban; es también una moción infalible, aunque sin menoscabo de la libertad del escritor sagrado, que mueve la voluntad de este para escribir fielmente lo ha concebido en su inteligencia; por ultimo consiste también en una ayuda eficaz para que el autor sagrado (= hagiógrafo) encuentre el lenguaje y los modos apropiados para expresar con infalible verdad todo lo que ha concebido y querido escribir.

De esta forma, Dios es el autor principal de la Biblia, y los escritores sagrados o hagiógrafos también son verdaderos autores, aunque subordinados, a modo de instrumentos inteligentes y libres, en menos de Dios.

Según esto, el libro inspirado es el fruto de una acción de Dios y del hombre, de manera que todos los conceptos y todas las palabras del texto sagrado se deben simultáneamente a Dios y a su instrumento.

Nada hay en la Biblia que no este inspirado por Dios.

lunes, 27 de agosto de 2007

2. La Revelacion de Dios

La palabra “revelación” significa quitar el velo que oculta algo. En el lenguaje religioso quiere decir la manifestación que Dios hace a los hombres de su propio ser y de aquellas otras verdades necesarias o convenientes para la salvación.

Dios se da a conocer al hombre de dos maneras: una es a través de sus criaturas, al modo como un artista a través de su obra; este es nuestro conocimiento natural acerca de Dios, descrito en el libro de la Sabiduría 13, 1-5. Esto es lo que San Pablo recordaba a los creyentes de Roma, cuando escribía que las perfecciones invisibles de Dios, su eterno poder y su divinidad, se hacen visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas (cf. Rom 1, 20).

Pero Dios no se ha contentado con que el hombre tenga ese conocimiento natural, sino que El mismo se ha dado a conocer de una manera directa, como enseña la Carta a los hebreos: “En diversos momentos y de muchos modos hablo Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien instituyo heredero de todas las cosas” (Hb 1, 1-2). Esta hacino de Dios es la Revelación sobrenatural o divina.

Con una sabia pedagogía Dios escogió al pueblo de Israel para manifestarse gradualmente, por medio de los Profetas, en el Antiguo Testamento. Esta Revelación tiene su plenitud en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que nos ha comunicado toda la verdad.

Así en la Iglesia, junto a la Sagrada Escritura, existe la Sagrada Tradición. Ambas constituyen el depósito de la Revelación de Dios referente a la fe y las costumbres, entregado por Cristo a los Apóstoles y por estos a sus sucesores hasta llegar a nosotros.

De esta forma, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el medio por el que nos llega la revelación salvadora de Dios.

Gracias a la Tradición, la Iglesia conoce el canon de los libros sagrados y los entiende cada vez con más profundidad. Por esta razón, la Biblia no puede ser entendida sin la Sagrada Tradición.

Esta Sagrada Tradición se contiene principalmente en las enseñanzas del Magisterio universal de la Iglesia, en los escritos de los Santos Padres y en las palabras y usos de la Sagrada Liturgia.

Tanto la Tradición como la Escritura han sido confiadas a la Iglesia y, dentro de ella, solo al Magisterio corresponde interpretarlas auténticamente y predicarlas con autoridad. Y así, ambas se han de recibir e interpretar con el mismo espíritu de devoción.